El ambiente educa: ¡no lo subestimen!

No conozco maestro o pedagogo que pueda negar el rol central del ambiente en la educación humana. Sin embargo, a la hora de bajar esta idea a la práctica, las escuelas y jardines fallan. Se reproduce una y otra vez el ambiente artificial y ascético del aula, que en nada se parece a los estímulos de los de la vida real. Hay al menos tres miradas pedagógicas que le otorgan al ambiente centralismo y trabajan en función de ello: la educación en la naturaleza, las escuelas Montessori y las Reggio Emilia. De todas ellas se puede aprender a la hora de encarar el aspecto arquitectónico de cualquier ambiente de aprendizaje.

Reggio Emilia es una municipalidad de Italia que decidió asumir como propia una política educativa de jardín de infantes con acceso universal para todos sus habitantes menores de 6 años. Se basaron en la obra de GIanni Rodari y Loris Malaguzzi, este último famoso por afinar esta particular mirada centrada en la expresión artística entre los escombros de la segunda guerra. Malaguzzi hizo hincapié en que hay muchas formas en que los niños y las niñas se expresan, y que se trata de estar atentos y facilitarles esas experiencias. Escribió un poema que lo explica bien: «Las 100 lenguas del niño».

En Argentina las mesas y las sillitas son como el logotipo de cualquier jardín de infantes. Casi nadie cuestiona esta disposición de los cuerpos y los objetos en el espacio. Con el tiempo las paredes se llenan de dibujos, los estantes con cajas de juegos de encastre, pinturas y hojas. ¿Hay otra forma de hacerlo? ¿Desde dónde y para qué se atrae la atención de los pequeños? ¿Quién enseña a quién? ¿Qué movimientos y aprendizajes favorecemos con la disposición espacial, el adentro y el afuera? ¿Hay otra forma de relacionar interior y exterior que no sean los recreos?

«Los espacios internos y externos de la escuela y nidos para la infancia están diseñados y organizados en formas interconectadas que favorecen las interacciones, la autonomía, la exploración, la curiosidad y la comunicación y se ofrecen como lugares de convivencia e investigación para niños y adultos. El entorno interactúa, cambia y toma forma en relación a los proyectos y experiencias de aprendizaje de niños y adultos y en un diálogo constante entre arquitectura y pedagogía» explican desde Reggio Children, en Italia.

Desde el 28 de octubre y hasta el 28 de noviembre esta organización internacional dedicada a la infancia, en colaboración con la Red Solare argentina, ofrece un ciclo en español de webinares grabados y conversaciones en vivo llamado «El ambiente como tercer educador». Explican allí cómo «el cuidado de muebles, objetos, lugares de actividad por parte de niños y adultos es un acto educativo que genera bienestar psicológico, sentido de familiaridad y pertenencia, gusto estético y placer de vivir, que son también premisas y condiciones primarias para la seguridad de los ambientes».

Uno de los patios del jardín Fabulinus en Argentina, miembro de la Red Solare

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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