Nico llegó a Tierra Fértil en 2017, con seis años. Estábamos recién mudados a la tercera casa, alquilada, que ocuparía nuestro proyecto de aprendizaje en libertad en el barrio de Béccar del Gran Buenos Aires. Las madres fundadoras habíamos decidido seguir apostando a ese espacio único, casi suspendido en el tiempo y en el espacio, donde veíamos a nuestros hijos crecer tan bien. A pesar del esfuerzo enorme que significaba, por los costos, por el peso de llevar el proyecto casi en soledad y porque nunca podíamos saber por adelantado cuántas familias se animarían a sumarse a esa propuesta loca de unschooling en manada.
En medio de ese escenario aparecieron Bárbara y Mariano, dos artistas visuales recién mudados desde Capital a Don Torcuato. Buscaban un cambio de vida, y la educación de Nico terminó siendo una parte protagonista de ese salto de calidad. Al principio, presentes pero con cautela; con el tiempo, formando parte y con gran certeza de lo que estaban eligiendo. Bárbara se sumó como madre acompañante, turnándose con las demás, y trajo consigo su carisma de años de trabajo con la expresión artística de niñas y niños en el taller de «Mini artistas» (@miniartistastaller).
No es tan frecuente ver que una familia adopta el proyecto como propio con fluidez y lo sostiene, entregándose al proceso de desescolarización como una forma de vida cotidiana. Por eso aprovecho para entrevistar a Bárbara, convencida de que necesitamos mostrar estas historias para inspirar a otros y otras que coquetean con la posibilidad cierta de que otra educación es posible, aquí y ahora.
-¿Qué fue lo que disparó «alarmas» en ustedes cuando Nico estaba en el jardín?
-Nuestro hijo asistió a un jardín estatal de la ciudad de Buenos Aires. Durante su escolaridad fuimos convocados por el gabinete psicopedagógico de la escuela a raíz de los informes de las maestras. Estos informes presentaban rasgos de su personalidad como patológicos, notamos mucha intencionalidad de la institución por ponerle una etiqueta patologizante. Recorrimos el camino de estudios pediátricos, lingüísticos, etc., pero al decir de de unos de estos especialistas, «parece que el problema es de la maestra, no de tu hijo».
-Desde ese momento, ¿cómo llegaron a la idea de que podría haber otras formas de entender la educación y ponerlo en acción?
-Hasta este momento confiábamos en que la educación de gestión estatal era la mejor opción que podíamos ofrecer a nuestro hijo, y no fue hasta que nos mudamos, en el medio del ciclo lectivo, al Gran Buenos Aires, que nos encontramos con otra posibilidad. Un poco por casualidad, ya que no tenía vacante en ningún colegio, decidimos que Nico comenzara su «primaria» en Tierra Fértil. Allí nos encontramos con dos madres que llevaban adelante el proyecto con amor y libertad.
-¿Cómo vivieron el primer tiempo de desescolarización y como miembros de un proyecto autogestivo?
-Al principio mantuvimos una actitud comprometida pero distante, el proyecto ya venía funcionando hacía varios años. Como xadres concurríamos a las asambleas y ayudábamos con alguna tarea específica. Para nuestro hijo fue un cambio de vida rotundo. Se sintió acompañado, valorado y querido, eso no le había sucedido en otros espacios de aprendizaje. Al tiempo nos fue cayendo la ficha que el aprendizaje no solo sucedía en «ese horario», sino que era permanente y que nuestro acompañamiento a él y al proyecto era sumamente importante. Nosotrxs, desde que transitamos su desescolarización, sentimos que salimos de la «matrix». Es un sentimiento liberador.
-¿Qué cosas empezaron a ver en su hijo desde que adoptaron una forma no convencional de educación?
-Notamos que el aprendizaje autodirigido tiene otros tiempos y otra profundidad, que lxs niñxs repasan sus conocimientos por sí mismxs hasta que sienten que lo tienen afianzado. Que la actitud hacia el aprendizaje es de pura curiosidad por entender las cosas, el mundo, la prehistoria en su caso particular. Que las metodologías también son propias, por ejemplo, para él el dibujo y la representación en maquetas es muy importante. Que el movimiento es pensamiento.
-¿Podrían describir si hubo algún proceso interior, de desaprendizaje o de pareja que los haya atravesado en esta etapa, si es que lo hubo?
-Creo que este proceso de desescolarización se cruzó con otro más coyuntural, el proceso de decontrucción que nos presenta el feminismo y también con dejar de vivir en la ciudad. Son muchos los parámetros que seguimos poniendo bajo la lupa, cuestionando los conceptos que tenemos incorporados como naturales. La escolaridad es uno de ellos.
-¿Qué cosas de su propia experiencia escolar pasada revisaron o les sirvieron, si es que las hubo, para reafirmar lo que desean para su hijo?
-Para Mariano, su pasaje por la escuela fue una tortura, a pesar de tener facilidad para el aprendizaje. Fue en base a esa experiencia que tratamos de no repetir patrones y pensar «fuera de la caja».
-¿Y cómo queda el balance entre elegir una educación tan poco convencional y los desajustes que puede traer en la vida, los acuerdos y la logística de la familia?
-El balance es sumamente positivo. Tenemos la posibilidad de que mi trabajo me permite tener tiempo en casa y consideramos que las tareas diarias de compras, cocina, limpieza, etc., son parte de los aprendizajes de la vida, y que es importante hacer parte a lxs niñxs de estas tareas.
-¿Hubo cuestionamientos en su entorno, cómo los manejaron?
-Sí, hubo cuestionamientos. Quien no quiere mirar con profundidad en qué consiste el aprendizaje autodirigido puede llegar a leerlo como una rebeldía impuesta desde los adultos hacia el sistema y que al niñx se lo está privando de algo imprescindible.
No tanto por los cuestionamientos, sino más por transitar un aprendizaje inevitable en este mundo, ya que un examen es un código en sí mismo y requiere una práctica, le pedimos el año pasado a Nico que rinda su primer examen libre. La certificación, un papelito, apacigua las aguas…
-Entonces, me pregunto, ¿les queda alguna duda o miedo con respecto a la educación de Nico?
-Las dudas que aún tenemos tienen que ver con el futuro de los proyectos autogestivos y la ausencia de estos proyectos para adolescentes.
Me encantó. Leer o escuchar experiencias de otras familias siempre es gratificante. Y no te hace sentir tan sola. Gracias Dolores, siempre te leo.