En Argentina, 1 de cada 4 jóvenes de áreas rurales no tiene acceso a la educación secundaria. En ese marco, las escuelas agrotécnicas juegan un papel esencial. Me atrevo a decir que, por su forma de trabajo, tienen los ingredientes de una alternativa educativa: enseñanza concreta, personalizada y contextual, con foco en la convivencia y el clima escolar.
Durante tres días de abril se reunieron más de 100 docentes, directivos y estudiantes de secundarias agrotécnicas públicas y privadas de la zona andina (San Juan, Mendoza, La Pampa, Neuquén, Río Negro y Chubut) en las Jornadas Técnico-Pedagógicas Andino-Patagónicas de FEDIAP “Didáctica, Tecnología y Producción en la Escuela Agrotécnica” en el C.E.I. “San Ignacio” de Junín de los Andes (Neuquén).
Entrevisté a Sergio Rumene, coordinador de Educación de la Fundación Cruzada Patagónica, una organización sin fines de lucro que gestiona escuelas secundarias en tres jurisdicciones diferentes: una a 10 km de Junín de Los Andes (Neuquén), otra en Cholila (Chubut) y otra en Pilca Viejo, a 14 km del pueblo de Pilcanihue (Río Negro). Fue en la primera donde tuvo lugar el encuentro.
-¿Qué diagnóstico hacen de la educación rural argentina en general, y en particular de las zonas donde trabajan?
-Lo que fuimos este observando en estos 40 años es que en general hay un abandono de la educación rural, que siempre es el último orejón del tarro en la cadena de organización del sistema educativo, con diferencias entre las tres jurisdicciones donde tenemos escuelas.
Ese abandono está asociado al olvido, que tiene que ver también con las características del territorio, vasto y de muy difícil acceso desde las capitales de las provincias. La escuela de Junín de los Andes está a 400 km de Neuquén capital, pero las otras dos están a 300 y 800 km de las respectivas capitales. Entonces, es muy difícil desde allí administrar un sistema que es bastante disperso.
Por otro lado, la densidad poblacional también hace que sean escuelas a las que se llega tarde con soluciones. Porque no responden a la demanda al minuto, como ocurre en las escuelas urbanas, donde los problemas están al lado del distrito escolar o de los ministerios de educación.
-¿Qué tipo de problemas ven?
-Por ejemplo, que la conectividad llega tarde y los dispositivos no son los adecuados. No avanza la línea eléctrica o los paneles solares se pusieron, pero cayeron en desuso porque son muy difíciles de de arreglar cuando se rompen. Tampoco llegan los libros, o aparecen tarde.
Por otro lado, el aislamiento que padecen los docentes hace que la formación sea bastante difícil de actualizar, de profundizar y que realmente sea la que necesitan.
La escuela rural tendría que estar en pos del desarrollo de la región, y no pensando que lo mejor que te puede pasar es irte a una zona urbana. Que ahora estás viviendo acá pero ya vas a vivir del otro lado: ese es el mensaje que muchas veces reciben los estudiantes, de niños y después también de adolescentes. Como si la única salida fuera formar barrios en las zonas urbanas.
Hay una falencia en la preparación de los docentes para el objetivo del desarrollo rural, pero también personal, familiar y comunitario. Yo diría que es uno de los principales problemas que atraviesan las escuelas rurales en general, independientemente del nivel.

-¿Con qué propuestas, métodos, personas o cambios de enfoque van logrando mejoras? ¿Y cómo definen esas mejoras?
-Hay mejoras cuantitativas y cualitativas. En el nivel primario, lograr que mayor cantidad de gente termine la escuela, aunque sean tres, es una mejora concreta y cuantitativa para nosotros. Generalmente son las mujeres las que más han quedado rezagadas en las áreas rurales. Los hombres, en cambio, a lo mejor migran a otros lugares o se forman como militares y ya no se los detecta como analfabetos. También, antes había más albergues para varones.
La gente que se está formando en oficios también es muy importante, porque logra mejoras en su predio, en su casa, a nivel comunitario. Y si además tienen que emigrar a las ciudades, por la razón que sea, tienen un oficio para poder subsistir sin planes sociales o pedir trabajo en las municipalidades, como suele ocurrir.
-¿Qué rol diferencial cumplen las escuelas de Cruzada Patagónica?
-Las tres escuelas secundarias de la Fundación están cubriendo una vacancia, particularmente, de escuelas técnicas. Las tres son agrotécnicas: no solo forman en oficios de campo, sino en todo aquello que se aplica a la producción vegetal y animal. Me refiero a tractoristas, motosierristas, instaladores, constructores, capacitados en mantenimiento del tractor y la maquinaria, además de otras cuestiones. Vamos logrando que cada vez llegue más gente a las residencias estudiantiles. Más de la mitad de la matrícula tiene que vivir en la escuela de lunes a viernes, y se suman los que tienen que hacer prácticas, o no pueden volver a sus casas porque no hay servicio público de transporte.

-¿Pueden usar sistemas híbridos con acceso a tecnología?
-Sí, el sistema semipresencial para adultos es un ejemplo claro de una metodología de enseñanza que se está extendiendo para la escuela de oficios y la formación profesional. Y también lo estamos pensando para la continuidad del secundario, no para la modalidad técnica pero sí para los que ya terminaron la primaria en el campo. Y, además, pensamos en un profesorado en agronomía que forme los docentes para estas escuelas. Que va a tener una presencialidad intensiva utilizando los nuevos formatos que permite la tecnología, que de otra manera sería imposible.
-¿Qué plataforma usan?
-Tenemos una propia desde 2018. Por eso en la pandemia pudimos seguir, con los chicos buscando señal como podían, bajaban la información y trabajaban offline, además de recibir cuadernillos. A ese sistema lo vamos perfeccionando. Es una una alternativa totalmente viable para mejorar el acceso y la calidad de la educación.
-Con su experiencia de 40 años, ¿qué políticas públicas sencillas, de rápida aplicación y bajo costo, podrían sugerir para impactar en otras escuelas rurales?
-Solucionar las condiciones materiales que tienen las escuelas rurales y la formación docente, que van de la mano. Hoy, una escuela con una antena de Starlink y 10 dispositivos electrónicos adecuados, no celulares sino computadoras que puedan este administrar una alta carga, podría impactar en los aprendizajes significativamente.
Junto con eso, mejorar los caminos de acceso. Y llevar las energías alternativas (paneles solares, aerocarguadores, bomba de soga). Pero no sólo llevarlas, sino formarlo en esas tecnologías. Que los estudiantes no lo vean como un plato volador que baja, le instala las cosas y se va, sino incorporar al estudiantado, a la familia y la comunidad en esas mejoras.
También, desarrollar proyectos que tengan que ver con la producción de alimentos, el agua segura, con las tecnologías apropiadas para que la gente vea que vivir en el campo no es una condena, sino que es viable y es mejor que formar barrios pobres en las ciudades.
Por otra parte, en las áreas rurales todo es caro, no hay nada que sea de bajo costo. Pero hoy es más fácil traer una antena de Starlink que esperar que un satélite pase de manera milagrosa por el lugar. Quizás se ve caro porque tenemos 10 estudiantes en vez de 400, como en las ciudades. Y, de todas formas, deberíamos preguntarnos por qué hay 400 estudiantes en muchas localidades. A lo mejor, si hubiéramos promovido esto antes, la escuela de la ciudad tendría 200 alumnos y los otros 200 estarían dispersos en 10 escuelas con 20 chicos cada una. Sería una vida mucho más amigable y un futuro más amigable.
Otra cosa que no es tan cara, es que los docentes se formen. Los de áreas rurales tienen mucho conocimiento adquirido, pero sería bueno que se encuentren entre sí y con algún especialista de forma virtual. Que se encuentren potencia muchísimo la sinergia entre los proyectos. A lo mejor hay ocho escuelas rurales próximas y lo que hace una, pueden abrevar las otras, o hacer intercambio de lo que producen. Son escuelas productivas muchas veces que, justamente, a través de eso los chicos se arraigan. Eso tampoco es de altísimo costo y puede impactar mucho en la formación docente y en que los estudiantes produzcan aprendizajes más significativos, más personalizados.
-¿Qué pasa con los chicos que no demuestran interés en llevar una vida rural, pero sí tienen otras expectativas y habilidades? ¿Cómo los acompañan?
-Muchas veces no quieren una vida rural, pero otras veces se da el proceso inverso, de chicos que viven en zonas urbanas y quieren llevar una vida rural. Hay que acompañar a los dos grupos porque son muy intercambiables. Una niña de 13 años que quiere ser bailarina clásica, a lo mejor a los 18 ya no quiere. O la que quiere ser astronauta a los 18 cambia de opinión. Eso le pasa a cualquier adolescente, y hay que acompañarlo en esos procesos.
Por eso particularmente las escuelas de la Fundación se dedicaron siempre a desarrollar la educación artística al mismo nivel que la literatura, la producción de cerdos, de aves o la producción hortícola. Tienen la misma cantidad de horas con docentes especializados que se quieran radicar en el lugar, para que los chicos no estén condenados a vivir en el campo o a ser agrotécnicos porque provengan de las zonas rurales. Que sientan la escuela agropecuaria como una gran posibilidad.
-¿Cuáles son esos recursos de la agrotécnica que no tienen otras escuelas?
-La escuela agrotécnica en particular es una gran fuente de recurso didáctico. Trabajar con seres vivos y con un montón de materiales que se requieren para la producción económicamente sustentable y ecológicamente sustentable. Hay una batería de conocimiento que en la escuela agrotécnica circula.
Además. un estudiante del área rural que es muy introvertido porque su vida ha pasado por su núcleo familiar, se encuentra con una escuela donde hay 200 estudiantes, 110 de los cuales viven ahí todos los días y los demás provienen de pueblos cercanos. Además, se encuentran con 60 adultos que circulan por la escuela. Eso ya es una fuente de de inspiración para expresarse de otra manera. A lo mejor, en una jornada de arte le toca tomar un micrófono y ponerse a cantar, porque lo hace muy bien, y lo ha ensayado con su maestro de música en una escuela agrotécnica. Y eso hace que después agarre el micrófono en su comunidad y lidere proyectos. Por ejemplo, hay chicos que hoy son caciques en su comunidad o forman parte de las comisiones directivas de comunidades criollas o concejos deliberantes. O son emprendedores. También puede pasar que el hijo de un poblador rural que no pudo quedarse en el campo porque tuvo que migrar, vuelva a la casa familiar a tener sus animales, invernadero y otras tecnologías que aprendió en la escuela, porque alguna vez esa semilla fue sembrada en esos años de la adolescencia.
-Las escuelas rurales bien administradas pueden ser genuinos motores de repoblación y desarrollo para familias que buscan mejor calidad de vida. ¿Lo ven posible, incluso en un contexto de un país con las más bajas densidades poblacionales y la tasa de natalidad en descenso?
-Las familias rurales también tienen menos hijos hoy; no tenemos datos estadísticos, pero lo vemos empíricamente. Y sí, las escuelas rurales fomentan el arraigo. Cada vez más gente que vive en las zonas urbanas tiende a tener una vida más rural, o más ruralizada. En los contenidos de Geografía nosotros tenemos el concepto de comarca muy fuerte. ¿Por qué? Porque es lo que estamos observando a nivel de población en la Patagonia, por ejemplo. El pueblo empieza a tener un límite más difuso, el área rural está avanzando sobre los pueblos. Esa zona intermedia se nota muchísimo, por ejemplo, en Cholila. Ahí tenés un pueblo pequeño de 4 mil habitantes que no ha crecido demasiado en estos últimos 10 años, pero sí se formaron tres parajes rurales en torno a la escuela y al pueblo. La escuela está a 5 km del pueblo y vemos cómo esos parajes rurales crecen y cómo se están uniendo entre sí con el mismo pueblo. Hoy con una pequeña fracción de terreno se hacen muchas producciones artesanales y otras no tanto. Y aunque la gente no vive exclusivamente de eso, se tiende a eso.
Otro ejemplo es que hace 30 años el paraje San Cabal, a 10 km de Junín de Los Andes camino al lago Huechulafken, era exclusivamente la escuela y 3 km antes estaba el centro de ecología aplicada de Neuquén. Hoy, todo ese valle se está poblando y a la escuela van más de 20 alumnos que provienen del mismo valle hacia la cordillera. Eso antes no existía; tienen características urbanas y tienen características rurales, y las escuelas operan en ese territorio en transformación.
Por lo tanto, es totalmente viable y es una gran salida para un obtener una vida mejor. Con salud, con educación, con buenas comunicaciones, con provisión, con agua caliente y agua segura. Con los requerimientos que necesitan las producciones animales y una baja carga de contaminación, con tratamiento de efluentes y demás. Para eso, hay que incorporarlo cada vez más en los currículums escolares, y la gran limitante que hoy tenemos para eso es la formación docente, que es escasa y de baja especificidad para este tipo de proyectos. Ese es el gran desafío que hoy enfrentamos como Fundación Cruzada Patagonia.
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