Autodescubrimiento y aprendizaje de adentro hacia afuera: la revolución del «Pesta» explicada por sus herederos

Casi todas las escuelas libres de España y Argentina se inspiraron en «El Pesta», como se conoció a la escuela activa iniciada por los alemanes Rebeca y Mauricio Wild en Ecuador desde 1977. Luego de ser reconocida incluso como escuela oficial en los años 90, se reconvirtió como una comunidad intencional llamada León Dormido y descentralizó el concepto de escuela a través de los CEPAS, centros de aprendizaje autónomo gestionados por las propias comunidades y sus familias.

Esperanza Chacón y Edgar Espinosa fueron educadores participantes de esa legendaria Fundación Pestalozzi del valle de Tumbaco, en las afueras de Quito. Son la historia viva de esta experiencia revolucionaria y su testimonio tiene un valor enorme porque han visto crecer a decenas de niños con esta mirada de la educación, incluida la hija de Esperanza, Daniela. Todo lo han volcado en un nuevo libro, «El encanto del autodescubrimiento», en el que afirman que «aprender con alegría es nuestra auténtica naturaleza, la que nos impulsa a un crecimiento sano y feliz».

Como familia buscaban en su juventud entornos sociales que respetaran los procesos de vida, sin saber aun que eso podría tomar forma en un lugar como el «Pesta». Que, además, tuvo la particularidad de reunir familias de diversas nacionalidades con una misma búsqueda que permitía enriquecer los estímulos ofrecidos.

«Es importante mencionar que, cuando se adquiere una visión más humana de los procesos para aprender y para conocer, el sujeto es capaz de distinguir, primero internamente y desde su centro, cuáles son sus necesidades auténticas. Es un principio básico de interacción de los organismos vivos: distinguir, valorar y elegir», es una frase de la primera parte del libro que fija la posición que subyace a la educación con autonomía. «La toma de decisión, en todos los ámbitos del convivir, resalta como un recurso formidable que en espacios de libertad se ejercita continuamente». Ahí la clave, el recurso gratuito y a la mano de cualquier escuela que se está desaprovechando y que la educación en libertad ha permitido reconocer y valorar como herramienta pedagógica.

El libro navega por anécdotas y detalles de la experiencia de estos dos educadores, por testimonios de niños, niñas y sus padres, por citas de los marcos teóricos que apoyan esta mirada, por relaciones con el autogobierno ejercido por las comunidades originarias, por la organización de los ambientes y sus materiales. Cabe recordar que, junto con Margarita Valencia, luego de la experiencia en el «Pesta» formaron el «Grupo Orión«, que asesora a familias y grupos que quieren crear ambientes de autoaprendizaje en toda Latinoamérica. En este momento forman parte de Casa Sulá, en Costa Rica.

Le pedí a Esperanza que me contara en profundidad cómo había atravesado ella este tipo de educación con su hija Nana, que hoy es adulta. Esto me contó:

«Cuando encontramos la educación que aspiramos para nuestra hija, lo que hicimos fue elegir un camino, otra manera de vivir, más acorde con el respeto al ser humano y la Pachamama. Nane, nuestra pequeña, estuvo desde los 4 hasta los 18 años en una escuela libre, el Centro Experimental Pestalozzi, que funcionó entre 1977 y 2005 en Ecuador, de donde somos.

Una nueva mirada en el ámbito educativo revolucionó, causó impacto. Sus precursores eran Rebeca y Mauricio Wild, que llevaron a la práctica los contenidos de una «educación por medio de la actividad autónoma del niño», lo que les llevó a profundizar en una práctica que respete la vida y sus procesos con base en la no directividad.

Luego de una continua transformación esta propuesta educativa fue legalmente reconocida como educación básica ecuatoriana de 9 años sin grados, acreditada por el Ministerio de Educación en 1988, después de 12 años de haber sido «ilegal». Este centro educativo recibía a niñas y niños desde los 3 hasta los 15 años, y si alguien quería estar por más tiempo, firmaba un compromiso en el que constaba que se queda por voluntad propia y no reclama ninguna certificación por el tiempo adicional.

Participamos en un grupo humano diverso y maravilloso, que fue conformándose paso a paso en una comunidad educativa. Allí comprendí que «El educar para ser» (el título del famoso libro de Rebeca Wild) abarcaba todos los aspectos del vivir y pasaba por romper los esquemas escolásticos. De este modo, fue esencial crear ambientes preparados, cuya característica principal es que la niñez esté libre de peligros activos, sin presión, sin competitividad, evitando relaciones de poder y sumisión.

Comprobé que un espacio para la interacción social, cuando es relajado, permite al organismo un ambiente interior en armonía, lo que facilita que cada ser entre en contacto con su corazón y su razón de una manera auténtica e identifica sus necesidades propias para «la autopoiesis» (un concepto de Humberto Maturana de 1984), es decir, la creación de sí mismo.

En libertad la niñez se desenvuelve y florece con autenticidad e intensidad. A nuestra hija la vimos fluir en felicidad: su estado vital estaba abierto a la sorpresa, a la risa y con cada despertar había un aire motivador que contagiaba y nos invitaba a avanzar juntos. Nane a menudo tenía claro qué quería y qué no, era evidente, ya que estaba imbuida en distintas actividades. Cada mañana se organizaba e iba a su «no escuela» con alegría.

En nuestra familia significó cambios importantes: mudarnos de la ciudad al campo, pues entendimos que la naturaleza es el lugar propicio para desarrollarnos, y buscar otras actividades para autoabastecerse. De paso, vivir con sencillez e implementar prácticas medioambientales. También revisamos nuestras actitudes y obviamente creencias, pues si bien para nosotros, como mamá y papá fue desprogramar lo aprendido para dar espacio a lo nuevo, en el caso de la niña era un proceso dinámico de aprendizaje continuo en otro enfoque educativo.

El día a día en un ambiente preparado lo observé de cerca, ya que al siguiente año de su ingreso me integré a este centro educativo como parte de equipos administrativos y pedagógicos. Con mucho cariño a este entorno educativo le llamamos «El Pesta», un mundo preparado para la infancia, la niñez y la juventud. Con múltiples experiencias, rico en estímulos, recursos didácticos y lúdicos; un ambiente inteligente.

Al principio no podía imaginar a mi hija aprendiendo en libertad, a veces se cruzaba por mi mente un caos sin estructura y lo veía como un «desperdicio de tiempo»; tuve desconfianza. Por el contrario, observé que ella manifestaba la capacidad para tomar decisiones, emprender actividades y elegir amistades. Según avanzaba en las etapas de desarrollo, el hilo conductor de su despliegue, cada una representa un nuevo amanecer. Eso hizo que me preguntara si, en el contexto general había bienestar en Nane, cómo acompañarla también en aquellos instantes en los que expresa insatisfacción, tristeza o, simplemente cuando no sabía qué hacer o sentía tedio. Era una prueba de paz-ciencia para los adultos y fue preciso abrazar estos instantes para «dejar ser», con presencia, amor sin condiciones y respeto a su autonomía. No siempre acerté, porque junto a su padre estábamos aprendiendo. Nos daba miedo equivocarnos, herencia de la escuela tradicional, pero en buena hora conversamos bastante. Creo que esto nos ayudó a no claudicar y a apoyarnos en nuestras incomprensiones.

Nos cuestionamos con frecuencia. ¿Acaso la educación elegida era lo mejor para ella? A pesar de sentir su bienestar, el consenso social de que la institución escuela convencional es el único lugar oficial del conocimiento, ejercía presión y me entraba angustia. Pesaba el sistema establecido, que indica cuál es el camino a seguir. Creo que por eso, al finalizar cada ciclo escolar volvían las dudas: tal vez, esta propuesta pedagógica convenía sólo para el preescolar, tal vez hasta la primaria, ¿cómo va a defenderse en la vida si no tiene un título académico? El mito con el que crecimos aparecía como una sombra; aprender las cosas importantes que el sistema te señala como el único camino de realización personal.

¡Qué esencial que Nane en su momento nos diera las pautas para acompañarnos mutuamente en las incertidumbres! Se sentía plena y decidida a continuar en su «Pesta», y pongo énfasis en la actitud, porque sigue siendo el impulso para continuar por la senda elegida, que se nutre de las experiencias que vamos teniendo y nos cobija a todos, aun hoy.

De esta manera, la acompañamos en sus múltiples aprendizajes con base en la libertad y los límites, constatando que nuestra hija querida iba adquiriendo y activando sus propias herramientas para gestionar su vida con autonomía. Esto ya nos preparó para su despegue, para que en su momento vuele por sí misma a conocer el mundo, a despejar la incógnita por la que todos pasamos: ¿quién soy yo? Que sea ella con sus propios recursos quien decida vivir a su manera.

Daniela, Nane para nosotros, en ese sistema alternativo se quedó hasta cuando ella quiso, pues hubieron proyectos atractivos para los jóvenes. Por ejemplo, participó en el viaje Quito-Manaos de 5800 km de recorrido en bicicleta cuando tuvo 13 años: cruzaron una parte de Ecuador, Colombia, Venezuela hasta Manaos en Brasil en 1998. Fueron cuatro meses de convivencia con un grupo de 45 entre jóvenes y adultos, y fue el inicio de otros proyectos de gran envergadura gestionados por los adolescentes.

Nane, viajera y joyera (https://www.instagram.com/nane.jewelry/)

Por decisión personal decidió no asistir a la universidad, ya que eligió nutrirse de oportunidades de intercambios y viajes a proyectos similares en educación, porque según sus palabras «se aprende viviendo». También tuvo la necesidad de conocer otros contextos humanos en diferentes países de Centro y Sudamérica, por comunidades indígenas del Ecuador, una travesía de 10 años consecutivos que la han convertido en una viajera incansable. Simultáneamente, profundizó en el diseño y creación de joyería ancestral (Nane.jewelry), su pasión. También, en algunas oportunidades, acompaña procesos de comunicación y prácticas educativas a familias que educan en casa.

Quiero resaltar que la vida en una escuela libre se va transformando con cada vivencia. Una propuesta de educación no directiva viene a ser una escuela para vivir atendiendo las necesidades de realización personal, que tiene sus desafíos y metas. Fue fundamental que en familia mantengamos una participación activa y la coherencia entre las acciones y las palabras, para poder comprender de qué se trata «activar el potencial humano y vivir a plenitud». Ver si en el caso de nuestra hija estaba satisfaciendo sus necesidades de autorrealización. Además, si estábamos sintonizados con estos nuevos aprendizajes y corazonamos con la propuesta.

La familia es el hábitat en donde crecemos, aprendemos a convivir y es la enlazadora de mundos. En el grupo humano del Centro Experimental Pestalozzi tuvimos la oportunidad de crear comunidad: no fueron únicamente nuestras hijas e hijos quienes vivieron esta experiencia sino la familia núcleo, lo que fortalece a toda la comunidad».

La formación de Esperanza Chacón

Esperanza Chacón nació en 1964 en Ecuador. Realizó trabajo social con sectores urbano-marginales campesinos e indígenas de ese país. Incursionó en educación alternativa a través de procesos autodidactas desde 1988 en el Centro Experimental Pestalozzi durante 24 años. Esa experiencia le permitió ponerla en práctica en otros entornos socio-culturales y participar en la creación de una comunidad intencional de economía complementaria y salud preventiva. Es miembro fundador del Grupo Orión. Imparte talleres, charlas y convivencias a familias que hacen educación en casa por Sudamérica y Centroamérica. En 2016, con este grupo asesor, co-creó Casa Sulà en Costa Rica, junto a familias interesadas en esta praxis.

Comprar el libro «El encanto del autodescubrimiento» en Amazon.

Más información sobre el libro en https://www.facebook.com/El-encanto-del-autodescubrimiento-104227934672314. Correo electrónico: esperanzachacon.33@gmail.com. Instagram: https://instagram.com/esperanzachacon36

Para conocer el libro anterior de Esperazan Chacón, «En el brillo de sus ojos»: https://www.facebook.com/profile.php?id=100063764551761

El libro en Argentina

En Argentina, Gabriela Bernardis es quien ha estado en contacto con el Grupo Orión. Ella tiene el libro para quienes quieran adquirirlo en el país ( https://www.facebook.com/gabriela.bernardis y teléfono en Córdoba 3512305551). Me cuenta que tuvo la oportunidad de visitar Casa Sulá en Costa Rica, la experiencia educativas más reciente de Esperanza Chacón y equipo. «Fue lo que se podría nombrar como la “asignatura pendiente” en mi vida. Después de aquellos primeros tiempos en transitar los caminos de la educación alternativa, y con los primeros recursos de las fotocopias de escritos de Rebeca Wild, a principio de siglo, el anhelo de ver con mis propios ojos un día a día en el Pesta era lo soñado. Hoy siento que, más que compensada esa asignatura, ha sido una experiencia en el renacer, en el regenerar el anhelo de una educación en libertad».

«La fuerza de poner en práctica el despertar del potencial individual de cada niño, de darles el tiempo necesario para aprender a su propio ritmo, de escuchar con el corazón abierto, es simplemente irrebatible. Aprendí de Margarita la claridad, la amorosidad y la atención en el espacio con los niños. “Si como adulto, entro en el mundo de un niño pretendiendo un resultado, solo lograré que me imite y hará lo que él cree que yo quiero. Sólo acompañando su proceso sacará su ser, se abrirá a mí», me dijo. Aprendí de Esperanza la perseverancia en la tarea de lo que te importa, ser presencia en amor, la madre, la hermana, la militante de la vida. La profundidad y la fuerza, la maga de los mil recursos. Y aprendí de Edgar, visionario de las antiguas y presentes estrategias de pueblos indígenas, desde la sabiduría ancestral en el convivir, hasta las más diversas técnicas y materiales para aprender cálculos. De los tres aprendí su estar en presencia, a distinguir, o al menos a preguntarme, cuándo lo que traen los niños es su auténtico interés, o es la expectativa de los padres, aunque asistan a un espacio de educación en amor y libertad. Los mandatos están velados en los más recónditos intersticios de nuestro ser», cierra Gabriela.

El Grupo Orión en Córdoba, con Gabriela Bernardis (en el centro)

Foto de portada: Casa Sulá, en Costa Rica

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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