Así funciona una escuela democrática holandesa

Según la EUDEC (European Democratic Education Community), Holanda es el segundo país de Europa con más escuelas democráticas miembro después de Alemania. Tuve la suerte de conocer una mientras el mes pasado visitaba a mi hermana menor, que acaba de mudarse. Vivere está en la zona sur de Rotterdam, el mayor puerto de la región y la segunda ciudad en importancia del país. Con sólo tres años de existencia, tiene 75 alumnos y alumnas y está a punto de lanzar el nivel secundario.

Llovizna cuando entro a este edificio blanco con patio en el centro, que solía ser un centro comunal pero que desde hace un par de meses es la sede propia de esta escuela. Ninguno de los tres nenes que bicicleteaban por ahí supo indicarme cómo llegar, y eso que acá este tipo de instituciones donde los chicos y chicas tienen libertad para decidir qué aprender cuentan con reconocimiento legal del Estado. Son visibles aunque, vale decirlo, aún bastante raras para la mayoría de la gente.

La entrada de la escuela democrática Vivere
Vivere está en la zona sur de Rotterdam, la segunda ciudad de Holanda

Sus fundadoras son dos mujeres con motivos diferentes y un empecinamiento igual. Mariska decidió crearla para continuar el tipo de educación que sus dos hijos recibían en Utrecht, otra ciudad desde donde se habían mudado. Y Bárbara, muy buena alumna cuando era chica, soñaba sin embargo con una escuela donde personas como su hermano, que la había pasado tan mal, pudieran ser felices tal como son. Ninguna de las dos estaba ese miércoles que fui, pero me recibió Dennis, uno de los 8 maestros y de los más antiguos.

Es un sacudón, un shock potente y profundo, caminar por ese patio con niños jugando y entrar y verlos de un lado a otro, en medias, de distintas edades, en distintas salas, haciendo cosas de lo más variadas. Conozco muy bien este ambiente de dulce caos organizado por haberlo vivido en carne propia en Tierra Fértil y en otros espacios de educación en libertad que conocí en estos años. Pero volver a ser testigo en un continente y un país tan diferente a la Argentina me pone la piel de gallina. Siento en las tripas la fuerza y la simpleza evidentes de una verdad universal: el amor y la libertad son la mejor educación que podemos darles a nuestros hijos.

En el recorrido Dennis es interrumpido varias veces por chicos y chicas que le preguntan la clave de la computadora o su opinión acerca del dibujo de la cara de un felino. A veces me presenta, y uno de ellos asocia inmediatamente a Argentina con Messi (no con Máxima). Mientras me sirvo un café en la cantina, dos chicos de unos 8 o 9 años levantan las sillas sobre las mesas y barren el piso. «Son encargados», me dice cuando le pregunto, y me explica con más detalle que todos pueden pedir temporalmente ser encargados de las distintas salas de actividades a cambio de cuidar el espacio y sus normas de uso. Como cualquier otro tema de su incumbencia, lo pueden pedir en las asambleas, el leit motiv de las escuelas democráticas, que acá son los miércoles. No es obligatorio asistir pero se debe presentar una moción para plantear algo, que puede anticiparse colgando un aviso en la cartelera.

Dennis, uno de los maestros y mi guía en Vivere

Pobre. Lo taladro a preguntas por miedo a que en cualquier momento me diga que mi visita se ha terminado; después de todo no conozco bien esta cultura ni sus protocolos. Antes de llegar sabía tan poco de Holanda como que tiene un ADN de comerciantes (fueron los piratas y colonos más poderosos junto con España, Inglaterra y Portugal) y que se jacta de ser una de las culturas más liberales de Europa. Refugiaron a pensadores y religiosos perseguidos en siglos pasados, fueron el primer país en legalizar el casamiento de personas del mismo sexo biológico, regularon la legalización del aborto, la eutanasia, el consumo personal de marihuana y hasta el seguro médico cubre la asistencia del parto en el hogar y con parteras tal como lo hace en el hospital.

Sin embargo, salvo que la Fundación Internacional María Montessori (AMI) tiene su central ahí, sabía poco y nada sobre su sistema educativo. Que no es precisamente liberal, me fui enterando. Tal como pueden leer en esta nota de La Gaceta Holandesa, se parece bastante al modelo alemán: las notas y el desempeño general durante la escuela primaria determinan a qué tipo de secundaria pueden aspirar y, dentro de ella, a cuál de sus niveles. «En lugar de ser un sistema universal de enseñanza secundaria al que acceden de forma directa todos los alumnos de primaria, éste se divide en siete ramas a las que son derivados en función de los resultados y capacidades académicas, obtenidos a lo largo de los años de colegio y combinados con la nota de un examen final de ámbito estatal» explican en este sitio de habla hispana. De esta forma, «en los profesores de los últimos años de primaria recae la responsabilidad de determinar el futuro académico de los estudiantes, una decisión cada vez menos vinculante gracias a una mayor flexibilidad en el sistema pero que desde el año pasado vuelve a generar polémica. Al igual que otros países germánicos como Austria o Alemania, los Países Bajos es uno de los pocos europeos en los que el futuro académico de un estudiante se decide a una edad temprana». 

Cuando le pregunto a Dennis cómo llegó a Vivere, evoca precisamente un día en que tuvo que decirle a una niña del último año de primaria que de acuerdo sus notas podía ingresar al nivel más bajo de una de las ramas principales que dispone el sistema: la formación práctica, la formación profesional, la formación profesional cualificada y la formación académica o científica. La recuerda llorando y nombra también las expectativas de los padres y las madres como un enorme factor de presión.

Pienso que en este contexto una escuela democrática es especialmente un oasis y el sistema educativo argentino, en comparación, de lo más amoroso. Cuando hablamos sobre por qué las familias las eligen, tan radicalmente opuestas, Dennis calcula a ojo de buen cubero que la mitad llega después del «fracaso» de un hijo en la educación tradicional holandesa y la otra mitad llega convencida, «abrazando y comprendiendo muestra misión desde el primer día». Quiero saber más sobre las familias y me habla de diversidad. Hay empleados pero también una gran cantidad de trabajadores autónomos.

Y aunque hay que pagar una cuota como en cualquier escuela privada, los padres que trabajan el día completo pueden acceder a los subsidios que otorga el Estado (BSO) para el cuidado de niños hasta los 12 años antes y después del horario escolar (Vivere funciona de 9 a 15.30). El monto se calcula en base al salario (cuanto más bajo más alto el subsidio) y es mayor para padres y madres solos o con hijos con discapacidad. Para las familias que hacen homeschooling está la opción de pagar menos para ir una o dos veces por semana.

Vivere como institución no recibe apoyo económico del Estado holandés para mantener su independencia curricular, tal como hicieron hasta hace unos años también otras escuelas alternativas como la Waldorf de Rotterdam. El Acta de Libertad Educativa firmada en 1917 permite que las llamadas «escuelas especiales» elijan su filosofía pedagógica o su credo religioso, aunque siguiendo algunos lineamientos mínimos para todos. La independencia tiene su costo económico y algunas no resisten y se integran al subsidio estatal o deben trabajar con voluntarios.

El método CONSENT de las escuelas democráticas y la importancia de escucharse unos a otros. Mirá la web.

Los alumnos y alumnas de primaria sí reciben por estar dentro del sistema oficial su certificado de fin de estudios y el informe de sus profesores que sugiere un nivel y una rama de secundario. Además, como el resto, deben rendir un examen para pasar al siguiente nivel. Como en Vivere cada uno elige su recorrido de aprendizaje, los que quieren pasar a un secundario tradicional pueden necesitar aprender o reforzar determinados contenidos. Aunque en la práctica, todos pasan por eso porque ni está reglamentado el homeschooling ni existe un secundario democrático en Rotterdam. Para registrar los informes personalizados de cada uno, la escuela usa un software que es común para todas las democráticas del país. Es lo único que presentan a los inspectores del Estado cuando llegan en visita oficial.

Pero eso puede cambiar pronto porque la escuela está planeando acompañar el crecimiento de sus chicos agregando el nivel secundario en breve. «Es vertiginoso porque todos estamos aprendiendo, pero también tiene coherencia para nosotros que las familias puedan tener la opción de seguir eligiendo la educación democrática también en la etapa adolescente», admite Dennis. El proyecto se viene amasando hace rato y hay un grupo de familias trabajando para lograrlo. «Estas salas que hoy son de personal o depósitos probablemente las usemos para eso», me cuenta ya en el primer piso, donde nos sentamos por primera vez en un escritorio que se parece a una administración escolar.

Quiero saber cómo las escuelas democráticas holandesas se relacionan entre sí. Dennis me cuenta que pueden visitarse y hacer observaciones pedagógicas, y que hasta celebran el Día de la Escuela Democrática para que las familias y educadores pasen un día entero juntos. Vivere abre sus puertas todo el año, salvo durante los seis días seguidos que llaman «jornadas de estudio». Además, celebran tres reuniones fijas con las familias al año, donde pueden presentar mociones tal como lo hacen sus hijos en las asambleas escolares. Y aunque su voz es escuchada, las decisiones finales las toman aquellos que pertenecen a un círculo formado por las fundadoras y representantes del staff.

Van quedando pocos chicos y me cruzo con algunos de los padres que vienen a buscarlos; me hubiera gustado charlar con ellos también. Con un maestro que me presentaron hace un rato logro cruzar unas pocas palabras en un pasillo porque uno de sus alumnos lo está esperando. Me hace algunas preguntas, intento hacerle captar nuestra realidad latinoamericana en dos segundos y me cuenta que leyó algún libro de Rebeca Wild (fundadora de la Fundación Pestalozzi en Ecuador).

¿Pero cómo es el día a día en Vivere? Se abre con un círculo a las 9:30 que es un espacio de conversación grupal y se cuentan las actividades o anuncios del día. Hay una división flexible de pequeños, medianos y mayores: cada uno tiene su espacio base de referencia y un adulto responsable, pero todos tienen acceso libre a cualquiera. El de los más chicos despliega espacios de juego simbólico, y como suele pasar en todos lados, es uno de los más queridos incluso para los intermedios y los grandes que quieren experimentar por un rato «volver a ser chiquitos».

Los intermedios tienen mesas de construcción, de usos múltiples y rincones cómodos. Los más grandes tienen dos salas de estudio con una mesa grande y pizarra electrónica. Hay otra sala con sólo dos computadoras disponibles, sillones amplios y biblioteca, más un salón largo con espejo especial para las actividades que necesitan más movimiento. Todos deben ser ordenados al final del día y también, como en nuestra latitud, es el mayor ejercicio de paciencia y convivencia del día. Hay una sala pequeña a la entrada que me llama la atención. «Es el espacio de coaching», me aclara Dennis, donde los chicos pueden charlar con su tutor/a.

Me despido y salgo. Ya no llueve y deshago el camino hasta la estación de tren. Me quedé con las ganas de venir en bicicleta para hacer la experiencia holandesa completa, pero es lejos y el clima cambia a cada rato. Pienso en todo lo que acabo de ver y escuchar y envidio ese clima de previsibilidad, aunque es cierto que compartimos al menos dos desafíos: la sustentabilidad y que las familias se apropien profundamente de la educación democrática como una filosofía de vida. Pienso también en la única escuela democrática oficial que tenemos en Argentina, la Escuela de la Nueva Cultura La Cecilia, en Santa Fe. Miro por la ventana los invernaderos, los canales, los molinos, las bicisendas interminables y sueño con el día en que deje de ser la única.

Dos alumnos de Vivere entrevistaron a la reina Máxima (Foto: Facebook Vivere)
«Los niños no son la humanidad del futuro, sino las personas de hoy». Janusz Korczak en las calles de Leiden. Precursor de la lucha en favor de la igualdad de los niños, promovió un sistema de auto-gobierno dentro del Orfanato Judío de Varsovia.

Texto y fotos: Dolores Bulit

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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1 Respuesta

  1. 22 de marzo de 2021

    […] forma de gobierno, tanto en los aspectos de gestión como de pedagogía (pueden leer la nota acá: https://alteredu.com.ar/2019/10/11/asi-funciona-una-escuela-democratica-holandesa/). Se llaman democráticas porque son parte del movimiento que considera que los y las estudiantes, […]