A principios de este año tuve la oportunidad de participar de un encuentro virtual entre directores de escuelas democráticas de América, Europa y Asia. Un regalo. Aprendí dos cosas nuevas: una, que existe alguien en Finlandia que no cree que su famosa educación sea la maravilla encarnada y creó un sistema de curriculum más abierto, del cual les voy a contar en otra nota. La segunda cosa que me disparó la curiosidad fue el «aprendizaje ágil», algo de lo que había estado escuchando y leyendo por su aplicación en organizaciones laborales, pero mucho menos en entornos de educación formal. Y ahí estaba Agustín Cuenca, un español y paracaidista como yo, que no era director de ninguna escuela, pero sí un activo practicante de la agilidad. Que en principio se restringía a su ámbito laboral, pero que la dificultad de uno de sus hijos para adaptarse a la escuela lo hizo profundizar su interés más allá.
Los que hablamos de la crisis de la escuela esgrimimos diferentes motivos de acuerdo a nuestros propios análisis y experiencias. Uno de esos es que enseña para un mundo que ya no existe y un futuro que desconocemos. Otro de los motivos es la necesidad de humanizarla, de dejar de concebirla como un proceso industrial. Quizás por eso el leitmotiv de la agilidad pueda calzar tan bien: «La agilidad, tal como fue concebida desde el manifiesto del año 2000, viene de aceptar que no sabes lo que estás haciendo, de que no tienes tan claro lo que quieres y que la única forma es siendo adaptativo. Lo que dice el manifiesto es que si tengo que elegir entre las personas o los procesos, elijo las personas. No quiere decir que no tengan valor, pero cuando chocan, prefiero a las personas. Los proyectos ágiles surgen de la motivación, por lo cual, si no la tienes, hay que buscarla. Y otro elemento muy importante es la continua introspección en un entorno de transparencia de la información, reflexionando periódicamente sobre cómo mejorar. A diferencia de lo que suele pasar en las organizaciones, que es una actitud siempre defensiva ante lo que está mal, la agilidad propone al error como camino de mejora«, me cuenta Agustín por Skype.
La agilidad como enfoque puede aplicarse a cualquier instancia en común, sobre todo en tiempos donde las cosas cambian más rápido que hace 100 años. «Se aplica a cualquier instancia de la vida, por ejemplo, a un plan de gestión familiar, porque es un proceso continuo. La forma de sobrevivir es siendo ágil, cuestionándotelo todo todas las mañanas». Agustín desarrolla el modelo ágil y ofrece formación a través de la empresa NeuroK, pero quiero saber más sobre las preguntas que le surgieron acerca del sistema educativo. «Trabajo montando empresas de Internet y desarrollando software desde 1987. Tengo tres hijos, uno de los cuales fue diagnosticado con hiperactividad y déficit de atención. Me involucré en la educación resultado de la desesperación, me costó años darme cuenta de que el problema no era el chaval sino el sistema. Me crucé con José Ramón Gamo, que de chico padeció también en la escuela. Era poco tecnólogo, y yo tenía mi background de ingeniero, siempre curioso sobre cómo funcionan las cosas. El empezó a estudiar la neurodidáctica para ayudar a chicos que sufren en el sistema escolar convencional, como le había pasado a él. Fundamos Niuco.es juntos y con Chema Lazaro, ganadora del premio nacional de educación 2015 de España. Yo no soy pedagogo, pero estas experiencias me llevaron hasta mi trabajo actual, una formación que propone un modelo de aprendizaje no centrado en los contenidos sino en una red social y un entorno colaborativo, donde los temas los propone cualquiera y hay un profesional que es el depositario del criterio de aprendizaje, que no del contenido».
¿Cómo fue el camino que recorrió Agustín con su hijo? «Empecé a montar un colegio porque no encontraba lo que él necesitaba, pero en el camino conocí la escuela Ideo, que para mí es la mejor de Madrid. Mis hijos entraron ahí y hoy Daniel estudia educación infantil porque no quiere que los niños sufran lo que sufrió él». Ahora quiero saber cómo llegó a esta reunión de «popes» de la educación democrática. «Desde el 15M en Madrid surge con fuerza el interés en los procesos de participación ciudadana. Así nació Decidim, auspiciada por el ayuntamiento de Barcelona, que es una plataforma para facilitar la participación y con la cual colaboré en el desarrollo, y que mostré como herramienta ideal para la virtualidad a las escuelas democráticas. Un poco es fruto de un estudio sociológico con expertos en participación ciudadana que concluye que la parte de votar no es la más importante, sino la de generación de las propuestas y los debates. Es un software libre que da soporte a organizaciones gestionadas democráticamente, desde vecinos hasta un ayuntamiento o una empresa», describe. «Y a la educación democrática la descubrí cuando conocí a Yaacov Hecht -fundador de la Escuela Democrática de Hadera en Israel-, que vino a dar una charla y me abrió los ojos de manera total. Me invitó al grupo de WhatsApp y puse la plataforma a disposición del movimiento».
Es interesante volver a comprobar que muchos aportes que en principio parecen externos a la educación formal, la pueden enriquecer o transformar. Los «problemas» que estos campos se planteaban ya antes de la pandemia son los que ahora se están cuestionando a raíz de la educación remota global que impuso el aislamiento sanitario. «Creo que el coronavirus traerá un cambio brutal», cree Agustín. «El dilema no es online o presencial, es sincronía versus asincronía. Se rompe esta necesidad de la sincronía porque la gente se está empezando a dar cuenta de que no se puede hacer la clase online, no es poner una webcam y replicar el modelo. ¿Nadie se pregunta por qué hacemos clases con un profe hablando? Si no hubiera obligación de ir a la escuela, la parte social la haríamos en el barrio y el aprendizaje online, entre otras formas».
El primer centro de aprendizaje ágil de México
Para conocer el panorama en Latinoamérica me recomendaron hablar con Rebecka Koritz, fundadora del primer centro ágil en México, Explora, que hoy ofrece espacios optativos de carpintería, herrería, taller de costura, arte, manualidades, ciencia, juegos y libros, entre otras propuestas. Como pasó con Agustín, la motivación provino de su propio hijo. «En el 2008, en Oaxaca, tenía a mi hijo de dos y medio. La mayoría de los de esa edad ya estaban en guarderías, pero no quería eso para él, sentía que tenían poco entendimiento acerca de cómo crecen y qué necesitan. Pero sí me interesaba un lugar para que pudiera ir y jugar. Soy maestra y pedagoga, y junto a otras madres y padres y cofundamos la primera escuela alternativa de la zona en 2009. No sabíamos que era tan difícil, así que al segundo año decidimos adaptarnos a Waldorf para sentir algún tipo de sostén pedagógico», arranca. En 2012 se mudó a Puerto Escondido, dentro del mismo estado, donde vive hasta ahora. Un grupo de padres había escuchado lo que habíamos hecho y quiso repetir. Pero fue más retador porque ahora era para la edad de primaria, y hay pocos maestros formados. Fue difícil mantener la calidad pedagógica del proyecto y, en paralelo, mi hijo empezó a resistirlo muy fuertemente. Waldorf es muy dirigido por los adultos, y me costaba aceptarlo porque yo crecí en el sistema Montessori, que es más autodirigido aunque todo esté predefinido en el salón por los adultos».
Principalmente por verlo infeliz y escuchándolo preguntar por qué tenía que ir a la escuela, dejaron el proyecto y optaron por el unschooling. «Pero yo seguía investigando sobre educación sin escuela, escuelas democráticas. Un amigo sueco me mandó el enlace de los centros de aprendizaje ágil de Nueva York, y me dije: esto es exactamente lo que quiero. Me fui a Estados Unidos en 2016, tomé el entrenamiento y me sentí más armada». Así nació Explora. Pueden ver más información sobre éste y otros centros ágiles acá: https://agilelearningcenters.org/groups/explora/
¿Cuál es la diferencia entre un centro ágil y una escuela democrática?Me cuesta ver la diferencia porque ambos promueven el aprendizaje autodirigido, así que se la pregunto a Rebecka. «Si bien no he estado nunca en una escuela democrática, creo que se limita a construir acuerdos dentro del modelo democrático o sociocrático, que a mi gusto puede ser muy lento. La agilidad da soluciones a ese tipo de cosas. Nuestro enfoque es crear un ambiente emocionalmente seguro para los niños, comunicación no violenta y saber cómo se ve el aprendizaje cuando es orgánico. En el centro ágil tenemos maneras de organizar los días con quienes tienen oferta de actividades para el grupo, tanto adultos como niños. Lo niños aprenden a estructurar sus días a través de herramientas visuales. Y no hay gran diferencia, la idea es que tengamos el mismo estatus y voz. Hay herramientas de resolución de conflictos y para hacer acuerdos».
¿Cuál es la ventaja de participar de un centro ágil para una familia como la suya, que ya es unschooler? «En una familia no hay esa misma capacidad de que exploren muchas cosas diferentes, y de vivir lo colectivo, depende más de mis conocimientos, mi tiempo o mis recursos. Me encanta la libertad de ser una familia unschooler, no lo cambiaría, veo el aprendizaje autodirigido como un estilo de vida. Pero me gusta completarlo con una comunidad más grande para apoyarnos, porque esto no es para cualquiera», matiza.
¿Puede el enfoque ágil insertarse de verdad dentro del sistema educativo formal, que parece ir en dirección contraria? «En estos 11 años en los cuales activé espacios educativos me di cuenta de que en Latinoamérica pareciera ser la única manera de hacerlo. Muchos quieren algo diferente pero están programados por su propia escolaridad, que los mete en un molde donde creemos que el aprendizaje solo se da sentado escuchando al maestro, y con consecuencias negativas si te equivocas. Eso nos afecta nuestra forma de vivir como adultos y cómo tratamos a los niños. Incluso estando en proyectos creados para ser respetuosos yo veo a padres y madres desalineados. He visto el mismo patrón de discrepancia entre lo que se quiere ofrecer y la forma en la que se actúa». Completa la idea: «En el sistema convencional no se puede porque es otro el paradigma, se basa en que los adultos ya predefinieron lo que la generación más joven necesita aprender. No se cuestionan los planes de estudios. Y en el aprendizaje ágil todo el impulso viene del niño. Ellos necesitan practicar la libertad, si no han sido expuestos a la verdadera libertad no saben qué hacer con eso y se vuelve un libertinaje. Incluso en las extracurriculares, que también son dirigidas».
Su hijo tiene hoy casi 15 años y todavía sigue sin querer ir a la escuela. La conoce por lo que ve y viven sus amigos, y siente que nada que él perciba como relevante ocurre ahí. «Hemos hablado de validar estudios y el aún no le ve el sentido, incluso a los estudios universitarias. En mi caso, no he tenido dudas realmente, porque veo que vienen configurados para aprender y que las dudas que surgen son de los adultos, por no poder reconocer cuando es que está ocurriendo el aprendizaje».
Escuchá a Rebecka contar qué pasa cuando confías en este video: https://www.facebook.com/watch/?v=1748348691961739
Experiencias en Argentina
Cuando hablo con Agustín, me recomienda hablar con Melina Jajamovich en mi país. Fundó Agile Cooking y en los últimos años facilitó eventos para docentes de nivel inicial, primario y secundario acercándolos a la agilidad con juegos, conversaciones y teoría. Trabajó con el equipo de la Universidad Torcuato Di Tella; la Fundación Logosófica y su Colegio González Pecotche; la Fundación Bunge y Born y la escuela de Maestros del Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
La pregunta que suele llevarle clientes es casi siempre: ¿cómo me adapto a los cambios? «Les explico primero qué es la mentalidad ágil: adaptarnos a los cambios (¡que no es sinónimo de ir rápido!) centrándonos en el/la estudiante. Para ello hay que trabajar como un único equipo docente -más allá de áreas y materias-, incluso en conexión con el afuera, las familias y la comunidad. Eso sí, en este equipo necesitamos que haya comunicación abierta, transparente y que todas las ideas sean escuchadas. Por último, pero no por ello menos importante, es vital estar abiertos al fracaso, para experimentar y aprender juntos».
Melina cree que nuestras instituciones y cada una de las personas que la integran tendrían que ser un ejemplo de aprendizaje. «En algunos casos abordamos este trabajo con charlas y talleres de sensibilización; en otros, coacheando equipos directivos en su día a día o a través de proyectos puntuales. Solemos ver varios denominadores comunes: el sentido de la urgencia y la necesidad de aggiornar el entorno educativo a un mundo cambiante; la presencia del “siempre se hizo así”, las regulaciones y otros “peros”. Sin seguir fórmulas mágicas, trabajando con las manos en la masa, a través de proyectos reales y con agenda que nos permitan crear sistemas en que promuevan lo más humano que hay en cada uno de nosotros, en los que brillemos como individuos».
-¿Cómo creés que una institución educativa formal puede en concreto acompañar el aprendizaje que pide el estudiante si, en general, sus usos, costumbres y reglamentaciones lo impiden? Es decir, se priorizan los objetivos de la organización por sobre las personas.
– ¡¿Tenemos que respetar las reglamentaciones?! Sí, pero podemos aprovechar todo el espacio que hay dentro de ellas ¡y ser creativos! Porque si dejamos que los usos, costumbres y reglamentaciones nos aplaquen… ¡estamos cediendo nuestro poder! Debemos adquirir un rol protagónico y mover la aguja en los muchos espacios de libertad (y responsabilidad) que sí tenemos a nuestro alcance.
-En Argentina existen espacios educativos, grupos de homeschoolers y unschoolers que, aunque no se llamen a sí mismos ágiles, coinciden en su forma de concebir y practicar la educación. Pero no son valorados socialmente ni legitimados. ¿Cómo creés que evolucionará esta tensión en el futuro cercano? ¿Creés que esta pandemia puede ser un catalizador de cambios?
-Creo que estos formatos no son valorados socialmente ni legitimados porque… ¡dan miedo! Nos quejamos mucho pero “mejor malo conocido que bueno por conocer” y “tampoco nos fue tan mal así, ¡¿no?”. Es desafiante para las familias, es desafiante para la sociedad, es desafiante para el propio sistema. Considero que este tipo de modelos tendrán mayor o menor éxito de la mano del subsistema social y la respuesta a algunas preguntas clave: ¡¿estamos dispuestos a trabajar menos para ocuparnos de la educación de nuestros hijos?! ¡¿estamos capacitados para hacerlo?! Y… ¡¿sabemos qué precisan nuestros hijos para un futuro aún desconocido?! El reto es grande nos quedemos o nos vayamos de casa…
Melina me pone en contacto con otros dos argentinos que incursionaron con la agilidad en el ámbito de la educación, María Thompson y Rodrigo Podestá. Les pido lo mismo: que me cuenten cómo ha sido asesorar a organizaciones educativas y si creen que es posible acompañar el aprendizaje centrado en los estudiantes en un entorno que le da más importancia a la estructura y los tiempos del curriculum. María acompañó una experiencia en la escuela estatal de sus hijos en la ciudad de Buenos Aires, a pesar de todos los vaticinios de que la cosa no resultaría. Acá pueden leer el relato, y éste es el video:
También asesora al Proyecto C, que en Buenos Aires tiene un grupo de niños y niñas de 6 a 12 que incluye las lógicas de la agilidad. «Lo que viví en la escuela es que con ganas y tiempo se pueden hacer cosas interesantes. Se había forjado una relación con la vicedirectora donde encontramos las grietas necesarias para lograr, además de los espacios abiertos (se refiere a la metodología conocida como open space), un proyecto en el cual convergieron en un acto artístico maravilloso todos los grados. Lo pudimos lograr porque está en la currícula, lo que pasa es que nada de eso se cumple. Es ahí cuando me surge la idea, conocida ya, de que la escuela tienen que ser de la comunidad educativa y no del concurso de turno«, describe. Cuando le pregunto a María si es más fácil aplicar la agilidad en una empresa, cree que «es tan difícil en una como en otra, porque al final quienes están ahí son seres humanos con los mismos problemas y creencias».
Rodrigo Podestá, por su parte, me cuenta que en 2014 conoció a Ariel Ber, un agile coach en un capacitación para ONG, y se lo llevó a Tandil, donde vive, para que participe de unas jornadas de actualización para docentes que hacían desde EDUCERE, una ONG en la que trabajaba. «La agilidad me pareció una forma de ser y hacer las cosas ideal para llevar al mundo educativo, donde hay mucha resistencia a los cambios, poco espacio para la innovación y una necesidad muy grande de transformación y adaptación a los tiempos actuales«, recuerda. Juntos organizaron después otra actividad para 120 docentes de varias localidades de la provincia de Buenos Aires. Parece que tuvo éxito y al año siguiente, llevaron a Tandil a Soledad Pinter y David Canteros, para un open space sobre cómo mejorar las prácticas en las escuelas. En febrero pasado hizo un taller de retrospectivas ágiles en una escuela rural de Azucena, cerca de Tandil, y un encuentro virtual gratuito con docentes de distintos países. Para la Universidad Austral dio un seminario sobre Metodologías ágiles dentro de la Maestría en Gestión del Cambio.
«Creo que es fundamental abrir un espacio para que el alumno/a pueda expresarse y opinar sobre el aprendizaje, algo que no es habitual en las escuelas y se está empezando a implementar con algunas iniciativas como la enseñanza por proyectos. Creo que es necesario generar muchos más espacios de ese estilo y promover una colaboración y diálogo entre alumno y docente. El aprendizaje vivencial, entre pares, donde alumno y docente pueden tomar la iniciativa, generar reflexiones y experimentar nuevas formas de dar clase para promover mejoras juntos puede ser una enorme oportunidad», concluye.
Qué dice el Manifiesto del Aprendizaje Ágil
En 2000 un grupo de informáticos dio a luz el «Manifiesto Agil». Rápidamente, esta forma de trabajar tuvo su correlato en la forma de concebir el aprendizaje humano. Así, el Manifiesto del Aprendizaje Agil propone:
Modelo Pull: a demanda del aprendiz, que es protagonista y autónomo (versus el Modelo Push, que es a piacere de la organización)
Experiencias reales de aprendizaje: en el flow del trabajo (versus aprendizaje en «espacios de formación»)
Aprendizaje en Red y Líquido: más allá de áreas, jerarquías, adentro y afuera (versus aprendizaje en solitario por niveles y áreas)
Pedagogía y aprendizaje vivencial de las 4C: cabeza, cuerpo, corazón y coraje (versus herramientas tecnológicas)
Desarrollo personal: orgánico, con conciencia y con propósito (versus desarrollo del puesto de trabajo y mirada mecanicista)
Fuente: Agile Cooking
Los recomendados de Agustín Cuenca:
www.neurok.es / www.niuco.es / www.aprendemostodos.com / www.escuelaideo.edu.es / https://decidim.org/es / www.teamlabs.es / www.escuelaconcerebro.wordpress.com / www.bcaplan.com / http://alliasbl.lu /
Los sitios de Becka Koritz:
https://www.cottonwoodalc.org/explora-espanol / https://agilelearningcenters.org/centros-de-aprendizaje-agil-2/ https://rebeckakoritz.com/
Los sitios de Melina Jajamovich:
https://www.agilecooking.com.ar/ / https://www.linkedin.com/pulse/piensa-afuera-de-la-caja-o-del-aula-lleg%25C3%25B3-hora-los-melina-jajamovich/
Los sitios de María Thompson:
https://www.fuerzatres.com / http://coachingexpresivo.com/page3.html
Los sitios de Rodrigo Podestá:
www.rodrigopodesta.com / https://www.animarnos.com/ https://www.facebook.com/rodrigo.podesta.16 / Videos: https://www.youtube.com/watch?v=RURGAIKjpTQ y https://www.youtube.com/watch?v=LnPj0XKRg0w&t=550s
Comentarios recientes