“Pupitres a medida” (Grupo Unión, 2023) es un libro que no está escrito por una docente, una pedagoga o académica, sino una legisladora de la ciudad de Buenos Aires que tiene a la educación como uno de sus principales temas de agenda. Por eso, más que teoría o reflexión, este libro es propositivo. Sugiere salir de la crisis educativa a través del cambio normativo.
Perteneciente al partido liberal Republicanos Unidos, Marina Kienast es, además, autora de un proyecto de ley que buscar darle un marco legal a la educación en casa –homeschooling- en el ámbito de la ciudad (ver nota). Lidera un think tank educativo llamado “Libres para aprender”, que se presenta como “un puente para que organizaciones y especialistas de la educación se unan para promover una transformación de la educación Argentina”.
Prologado por Ricardo López Murphy, Eugenia Vidal y Agustín Porres, la preocupación que lleva a la autora a escribirlo es la creciente brecha educacional entre escuelas estatales y privadas, que afecta especialmente a los sectores de población más vulnerables. “Éstas últimas, aún sin estar exentas de regulaciones, cuentan con mayor autonomía y flexibilidad a la hora de implementar metodologías, programas y enfoques educativos, lo que les permite ser más innovadoras y adaptarse al mundo en que vivimos de manera más rápida”, argumenta.
A lo largo de los capítulos, propone como salida la descentralización y flexibilización del sistema educativo público, tanto en lo que atañe a la gestión como a la pedagogía. Los primeros introducen y defienden los conceptos de un ministerio para cada alumno y de competencia entre escuelas para mejorar la calidad educativa. Los siguientes, explican cómo podría implementarse un sistema de escuelas autogestionadas, como se podrían mejorar las estrategias de enseñanza y evaluación, cómo podría modernizarse la formación docente, y cómo podría lograrse que cada alumno avance por el sistema con base en sus capacidades, intereses y pasiones en lugar de otros criterios arbitrarios. Los capítulos finales muestran ejemplos de escuelas en Argentina, Uruguay y Estados Unidos que visitó y que reflejan los principios de la individualización del aprendizaje y la competencia escolar.
“El sistema público estatal está preso del monopolio del Estado, y en ocasiones también del gobierno de turno. Al mismo tiempo, la inversión pública en el sector no parece tener incidencia en su calidad. La ley fija el objetivo de un gasto consolidado de educación del orden del 6% del PBI. Pero como el sistema educativo está cargo de las provincias, en realidad deben estudiarse los presupuestos de cada una, y es aquí donde surgen importantes disparidades. El objetivo parece alto, pero es cuestionable: un porcentaje de este tipo hace depender a la inversión educativa del nivel de actividad económica, que es variable, y esto es sumamente criticable”, explica.
Duda de algunas políticas educativas que tacha de efectistas, como haber agregado una hora más de clases, en vez de revisar la eficiencia del gasto, la actualización de los programas o las metodologías. Considera que el modelo educativo actual es obsoleto, con “una escuela diseñada bajo el iluminismo y para proveer trabajadores industriales, cuando hoy vivimos en la economía del conocimiento”.
Su propuesta para iniciar un cambio profundo en la forma de educar son la autonomía de las escuelas y la individualización del aprendizaje. Cree que “las comunidades escolares deben gozar de autonomía para poder adaptarse de modo de forma más rápida al mundo dinámico e incierto en el que vivimos y personalizar el aprendizaje para cada alumno. Sbemos que no existen dos estudiantes iguales, y las posibilidades para cada uno de ellos deben ser más amplias”.
“Los organismos estatales deben facilitar un ecosistema educativo de transparencia, modernidad y respeto por las individualidades. Lo que hoy existe, en su lugar, son ministerios enormes, colectivistas y burocráticos que, por miedo a enfrentarse con grupos de interés, pintan del mismo color a todos los estudiantes y estandarizan la educación para que nada se salga de su control”.
“La escuela no es una organización gubernamental, es una institución social: el gobierno y la sociedad tienen que trabajar juntos para que florezca. Qué y cómo enseñar son decisiones que no pueden estar centralizadas en el Estado ni liberadas completamente a un docente: necesitamos un marco que resulte de la interacción entre los gobiernos, los docentes, los alumnos y los padres, que sea, a la vez, adaptable a cada escuela”, opina.
“¿No sería más justo y eficiente que las decisiones fundamentales acerca de los contenidos educativos o la infraestructura de las escuelas fueron tomadas por las personas que son testigos de los problemas presentes, en lugar de aquellos que están física y temporalmente lejos de ellos?”, se pregunta.
Evidencias
“Sabemos, porque la evidencia así lo indica, que las características que priorizan las familias a la hora de elegir una escuela se relacionan con la cercanía del hogar, pero también con las buenas referencias y la reputación académica de cada escuela, aún cuando los resultados son cada vez peores. Es aquí donde la descentralización puede ayudar. Sí, en lugar de tener ministerios con presupuestos multimillonarios y pesados organigramas desde los cuales las soluciones a los problemas cotidianos se demoran o no llegan, las escuelas pudieran tomar sus propias decisiones acerca de su infraestructura, sus docentes y sus contenidos, la adaptación a los cambios sería más rápida y por lo tanto eficaz. Las decisiones se deben tomar en el lugar en el que tienen consecuencias. Cada chico podría así recibir la educación que necesita y no la que se le ordena”, concluye.
Un ministerio nacional más chico, un sistema de escuelas autónomas, el financiamiento de la demanda y la posibilidad de mecenazgo de escuelas por parte de empresas y ONGs, son algunas de sus sugerencias.
Carrera docente
“Hay que darle un propósito no sólo al aprendizaje, sino también a la docencia: para que los alumnos estén motivados, también tienen que estarlo los docentes. No podemos ser tan hipócritas de pagar poco a quienes están a cargo de de la educación de nuestros hijos y, al mismo tiempo, esperar excelencia en sus resultados”, enuncia.
“Hoy los directores de escuelas públicas no pueden elegir al equipo de docentes para comprometerlos con su proyecto pedagogico. Para peor, la estabilidad prácticamente automática de la que gozan los docentes solamente fomenta la falta de innovación y de esfuerzo. El sistema de hoy premia los malos docentes y penaliza a los buenos; las escuelas autogestionadas funcionaría exactamente al revés”.
“Acaso el problema más acuciante hoy sea el de la titularidad y las ausencias generalizadas: muchos docentes no pueden convertirse en titulares de sus horas porque los que ya lo son toman licencias por extensos períodos de tiempo y obliga al Estado a contratar suplentes o interinos”, describe.
Pedagogía y autonomía
“Debemos permitir (como en Suecia, Reino Unido, Países Bajos o Nueva Zelanda, entre otros ejemplos) que existan establecimientos escolares públicos independientes y administrados por entidades privadas u organizaciones sin fines de lucro”.
Finalmente, enumera opciones que involucran a la pedagogía y la didácica, como la escolaridad híbrida, el homeschooling, las pedagogías activas y cualquier enfoque que pueda servir, especialmente, a los estudiantes que no encajan en la rigidez del aula actual.
Conseguir el libro: https://www.instagram.com/libresparaaprender_/
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