OPINIÓN – Por Dolores Bulit
Mientras preparo el locro con la receta catamarqueña de mi abuela, pienso. La verdadera revolución educativa sería eliminar de arriba hacia abajo ministerios de Educación, secretarios, funcionarios de escritorio, supervisores e inspectores.
Todo el poder a los directivos, docentes y familias de cada escuela. Como en las alternativas, donde promovemos la autonomía en la pedagogía y la gestión. Porque, ¿qué motivos de peso hay para no confiar en los profesionales de la educación, directivos y docentes? ¿En los niños, los adolescentes y sus familias, que tienen un interés directo en el lugar donde pasan 14 años de sus vidas?
Todas esas capas de cebolla que rodean a las escuelas existen para que tengas que trabajar para ellos y justificar sus puestos, para impedirte las buenas ideas y para que les agradezcas con medialunas cuando te hacen sentir que les debés un favor.
Después de sacarnos de encima a los burócratas, como con los realistas, nos quedamos con un solo órgano colegiado para crear cosas buenas o dirimir problemas: el Consejo Federal de Educación, al que le agregamos la participación de padres, madres y tutores. Los salarios docentes, y cualquier otro tema o conflicto, también los charlamos ahí.
Todos los recursos que liberamos -dinero, tiempo, energía, buen humor- los ponemos en las escuelas y las familias. Nos liberamos de la colonización de nuestros recursos por parte de la burocracia educativa.
No, no estoy delirando. Escucho desde hace años la misma queja, que queda en pasillos, salas de profesores o chats de mamis. Por cobardía, por miedo. Es hora de animarse, ponerlo en palabras, pedirlo o actuarlo. Ellos, en 1810, pudieron.
Personalmente, prefiero un mundo donde no hagan falta las revoluciones para conquistar la independencia. Donde los adultos pudiéramos aprender, fracasar y corregir sin tanto alboroto. No le rezo a patrias, dioses, políticos o gurúes. Ya tengo 51 y he leído o vivido reformas, innovaciones, congresos, planes, puntajes, sindicatos y comisiones. Todas nos trajeron hasta acá.
Para ser libres de verdad, la única manera es hacerse cargo.
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