Montessori en Argentina: una historia de pequeños pasos desde 1910 hasta hoy

Un adulto que entra a un ambiente Montessori queda boquiabierto. Perdidos sus puntos de referencia habituales en relación a la escuela, se maravilla con la disposición del mobiliario y la circulación autónoma y hacendosa de niños y niñas, que parece orquestada por algún orden invisible que no proviene directamente del maestro. Es una experiencia que cualquiera que trabaje en el ámbito de la educación o esté en contacto con niños y niñas debería atravesar. Yo lo experimenté por primera vez a mis 40, y puedo decirles que descubrir la historia personal de María Montessori, tocar y entender cómo funcionan esos maravillosos juguetes de precisión que son sus materiales, leerla, es un camino sin retorno. Más allá de que elijas esa opción pedagógica o no, es probable que no vuelvas a concebir la educación, incluso la vida con niños/as, de la misma forma. Es gratificante y a la vez liberador descubrir que alguien pudo entender y desarrollar una forma de enseñar tan diametralmente opuesta a la clase magristral que, aún hoy, sigue imperando como método por default, desde el jardín hasta la universidad.

Este año el mundo celebra los 150 años del nacimiento de la primera médica italiana, madre soltera, mujer observadora y consciente, pedagoga que ha logrado unir de forma impensable ciencia y espíritu. En esta nota voy a mostrarte a los protagonistas locales, las dificultades para ser aceptados en el sistema educativo, y con suerte, podremos a través de algunas historias abonar un poco menos el mito de que es una pedagogía para pocos y privilegiados. Empiezo rastreando su historia en Argentina, donde, en comparación con otros países de la región y del mundo, su método se ha instrumentado mucho más lentamente. Extraño, si tenemos en cuenta que María Montessori visitó Buenos Aires tan temprano como 1910 para el primer Congreso Femenino, donde la educación de las mujeres y el acceso al voto fueron temas centrales. Y más tarde, en 1926, cuando volvió y, según la Fundación Cipac, «dictó nueve conferencias y dio un curso en la Escuela Normal de Profesores Roque Saenz Peña, donde dejó una esquela de agradecimiento que decía: ´Gratitud profunda por la aplicación de mis ideas, alta admiración y sincera a la institución que honra a la gran Argentina´».

La esquela de agradecimiento que Montessori escribió en Argentina

Pero eso no es todo. Según la investigación personal de Germán Gómez Noto, fundador de la Escuela Montessori La Arboleda de Casa Grande, Córdoba, hay una relación entre la pedagoga italiana y algunas políticas públicas impulsadas por Eva Perón entre los años ´40 y ´50 del siglo pasado. «Cuando hicimos nuestra formación Montessori en Santiago de Chile, vimos una línea de tiempo exhibida en el centro de entrenamiento donde marcaba que había vivido en Argentina. Que había visitado la escuela de Rosario Vera Peñaloza y fundado la Sociedad Montessoriana Argentina, formando guías ya en ese entonces», asegura. Más tarde, «en uno de sus viajes a Europa, Eva Perón se pone en contacto con ella y parece que la propuesta le gustó mucho. Su primera obra que la referencia es la Ciudad Infantil Amanda Allen«, que Germán visitó con su familia en el actual Instituto de Rehabilitación de Buenos Aires, en el barrio de Belgrano. «Allí estaba toda la impronta Montessori, pensada para la franja de edad de 3 a 6 años. Era una mini ciudad, con su administración política, una iglesia, un banco, una comisaría y una casa estilo californiano. Cuando fuimos, nadie sabía de esa historia, pero como mis hijos Sofía y Agustín insistían para entrar, dimos con una persona muy amable que tenía las llaves porque estaba, justo, preparando un museo. Entre las cosas que vimos, había un libro sobre la ciudad infantil, y cuando abrimos en una página cualquiera, el poder de la coincidencia hizo que leyéramos que se habían inspirado en Montessori, Froebel, Pestalozzi y Decroly, referentes de las escuelas activas», describe.

No pude acceder a material documental, pero hay una mención a las «clases Montessori» que supuestamente se daban en la Ciudad Infantil en el sitio https://www.evitaperon.org/education_eva_peron-es.htm. «La gran incógnita para nosotros se terminó de revelar el año pasado, cuando visitamos la República de los Niños en La Plata. Yo pensaba que era algo basado en la fantasía –se ha dicho que inspiró a Walt Disney-, pero en el castillo nos encontramos con una persona que trabajaba hacía 30 años y nos terminó de redondear la historia. Cuando nos escuchó nombrar a Montessori, se nos acercó y nos lo confirmó, explicando que la República había sido pensada para la franja de edad de 6 a 9 años. Que era un recorrido por las distintas arquitecturas y culturas del mundo, y al final una muestra de lo que para esa época era el mayor avance, el aeropuerto», cierra Germán. Según el mismo empleado, el plan original tenía previsto otra estructura para los chicos y las chicas de 9 a 12 en un terreno de la zona oeste, con réplicas de los grandes monumentos de la historia como la pirámide de Keops, del Partenon, incluso de edificios históricos nacionales como la Casa de Tucumán o el Cabildo.

Maria Elena, fundadora de la Escuela Montessori La Arboleda, de visita con su hijo e hija en lo que quedó de la Ciudad Infantil Amanda Allen

Además de las ciudades y repúblicas infantiles, Germán cree que en los 20 hogares escuela que se construyeron el país en esos años, podrían haber usado materiales Montessori. «Me lo contaron y me los mostraron cuando fui a dar un curso a la provincia de Entre Ríos, pero no sabían cómo usarlos». En cualquier caso, está documentada la obra de la «arquitectura para la justicia social» de esa época, pero mucho menos se conoce de la inspiración en las ideas y las prácticas de la pedagoga italiana. No pude acceder a material que lo documente ni la Fundación Argentina María Montessori pudo responder mis dudas en este sentido.

Primera Casa de Niños formal en Argentina

Siguiendo con la cronología, no fue hasta 1966 que se abrió la primera escuela formal de la que se tenga registro, el jardín de infantes -Casa de Niños, según la nomenclatura montessoriana- «Olivos Montessori School«, fundado en ese barrio del conurbano bonaerense por Patricia Inés Moché y Ana María Krieger, más conocidas como Blackie y Annette. «Blackie se formó como guía en Inglaterra y trabajó unos meses en Estados Unidos, me enseñó a mí y luego a las maestras que tomamos. Yo recibí el título en Nápoles después de un curso acelerado de 3 meses para maestras italianas, en el año ´68», recuerda Annette. Empezaron en casa de la primera, que había convencido a sus padres de que su proyecto de jardín infantil iba muy en serio. Tanto, que al año siguiente las ayudaron a comprar una casa y materiales importados de Holanda.

La Fundación Argentina María Montessori (FAMM) es quien marca el hito del «Olivos» como el principio del desarrollo que puede verse hoy. Constanza Carballo y Marisa Sioli recuerdan con cariño cómo les prestaban las llaves para organizar ahí sus primeros grupos de estudio, un empujón que las ayudara a dar forma en 2007 a la Fundación que ofreció los primeros cursos AMI en Argentina. En una transmisión homenaje, maratónica, organizada el lunes 31 de agosto, reunieron a las tres maestras que asumieron como directoras, guías y formadoras luego de la partida de sus dos fundadoras en 1974: Lucy Terminiello, la única que sigue hasta hoy junto a sus hijas, Val Mayer e Irene Hume. Irene recuerda, entre otras cosas, que debieron presentar un proyecto «para salas integradas», con toda la fundamentación, para que la inspección escolar las dejara tener juntos a niños y niñas de tres edades diferentes. Lucy y Val recuerdan cómo llegaron por el aviso de un diario, que la mayoría de los alumnos eran extranjeros y que recibieron su primer entrenamiento durante el verano. Más tarde, cuando las dos primeras socias decidieron irse, ellas optaron por seguir y salieron a buscar una casa para alquilar. «Eran muy poquitos chicos, de las familias que confiaron en que íbamos a conseguir un lugar para marzo, sabiendo lo difícil que es. Hacíamos todo a pulmón y sacábamos tan poco que nos llegamos a repartir justo la cantidad que en esa época equivalía a un par de botitas de gamuza, que eran las que usábamos para trabajar», recuerdan risueñas.

«Fueron casi 40 años juntas», calcula Lucy. Era una época donde Montessori no era aún valorado, «hasta penalizado», apunta Constanza. Así lo corrobora Lucy con una anécdota: «En esa poca no se podía tener ni números ni letras, así que cuando escuchamos el timbre de la inspectora hicimos algo que teníamos preparado. Hicimos un trencito con los chicos y fuimos sacando el abecedario y todo lo que no se podía tener en la sala para guardarlo en un placard. No me olvido más en mi vida». Sigue siendo una realidad tener que justificar la modalidad en muchas partes del mundo. «Por suerte, a lo largo de los años se fue flexibilizando y lo terminaron aceptando. Estaban negados, no les llamaba la atención lo desconocido. No entendían las mesas individuales y nos pedían juntarlas. Ahora, en cambio, nos escuchan y quieren saber más», admite.

Blackie y Annette en la inauguración del OMS en 1966

Para seguir con la historia hay que volver a poner el foco en la FAMM. Constanza Carballo se sumergió desde que sus hijos entraron al «Olivos». Bastó que se conocieran con Marisa Sioli, que venía investigando Montessori para la Catequesis del Buen Pastor, para que las primeras chispas de la Fundación se encendieran. «Escribimos ideas en un afiche: teníamos en claro que queríamos hacer un aporte a la primera infancia, que fuera de calidad y que eso vendría de la mano de AMI y la formación de guías», recuerda Constanza. La figura legal estuvo lista en el 2007 y les prestaron un lugar para la primera sede en la Universidad Austral de Pilar. Hoy la FAMM tiene sociedades afiliadas en México, Perú y Colombia para poder ofrecer el entrenamiento en Buenos Aires. Muy pronto, también, tendrá sus primeras entrenadoras oficiales AMI para Casa de Niños, tres argentinas que se están formando ahora: Astrid Steverlynck, Magdalena Astoul y Nazareth. «La gente nos pide que Montessori sea accesible para todos, por eso apoyamos el esfuerzo de estas futuras formadoras porque creemos que va a beneficiar a muchos y a hacer crecer exponencialmente la mirada», asegura Carballo.

Astrid Steverlynck es otra de las «históricas» de FAMM. «Conocí Montessori cuando mandé a mis hijos a una escuela así cuando vivía afuera. Yo era ingeniera, estudiaba también Antropología. En principio me atrapó la manera en que enseñaba Matemáticas, pero fui descubriendo que integraba todas las cosas que yo valoraba en la vida y me transformó. Montessori enseña que los niños son valiosos no porque van a ser adultos, sino porque nos cambian a nosotros y nos hacen mejores personas», reflexiona. Astrid, por otra parte, es una de las mentoras de Montessori Solidario, que apoya la incursión de esta pedagogía en espacios de vulnerabilidad social. Un dato no menor en un país como el nuestro, donde el 50% de los niños y las niñas vive en condiciones de pobreza.

Los ´80: el primer Taller Montessori (primaria) del país

A fines de los ´80 abrió la primera escuela primaria Montessori de Argentina. La fundadora, Alejandra Cabano Warden, inició con el jardín de infantes «Fantasyland«, y como suele suceder, las familias quisieron continuidad del proyecto pedagógico y dieron impulso al «Montessori Greenfields College», una primaria bilingue en las calles Sucre y José Ingenieros del partido de San Isidro, en el conurbano de Buenos Aires. No pude contactar a la mujer, que vive en los Estados Unidos desde hace décadas, para saber las fechas exactas de funcionamiento, pero sabemos que el edificio se construyó en seis etapas desde 1989 a 1994 y tiene el mérito de haber sido el primero diseñado en Argentina de acuerdo a la funcionalidad que requiere esta pedagogía. Hablé con Rolando Schere, uno de los arquitectos del estudio Moscato-Schere, para saber qué detalles del desarrollo recuerda. «La diferencia con la estructura de la escuela tradicional era que los alumnos se podían mover entre las distintas aulas», me cuenta. «El programa de funcionamiento de las escuelas Montessori implica una gran movilidad interior de los alumnos entre las aulas. El bloque de aulas es una tira de dos plantas, en donde las circulaciones exteriores y escalera conforman un “espacio tribuna” y se hallan semicubiertos por una galería de vidrio», rescata la memoria descriptiva. La superficie construida final fue de 2 mil metros cuadrados sobre un terreno de 5 mil. Tristemente, la construcción fue demolida después de vendida. Estas son algunas fotos, plano y maqueta.

Mejor pedagogía para una sociedad vulnerable

A pesar de sus orígenes altruistas y relacionados con las infancias vulnerables de la ciudad de Roma, el método suele cargar con el lastre de ser «la educación de las elites». Si bien no está patentado comercialmente (como si lo está desde hace muy poco Reggio Emilia), sus materiales son abundantes, costosos y generalmente importados. Y la formación de AMI, hasta que tengamos entrenadoras locales, se valora en dólares. Sin embargo, la FAMM se ocupó de estar lo suficientemente abierta como para que la mirada llegara a otros entornos sociales. Graciela de Bella y Tita Rodríguez lograron llevar Montessori a la Casa del Niño María de Nazareth. «Hice una observación de 10 minutos en un ambiente y supe que ése era el salto que queríamos para darles algo mejor a los chicos», recuerda Graciela sobre los inicios del proyecto en el hogar de Villa Ballester, provincia de Buenos Aires. «Veíamos que dándoles confianza, los chicos resurgían. No podían creer que nadie los mandaba y los controlaba. Aplicamos la verdad y la sinceridad, ayudarse, todo eso hace a la autoeducación, y ese clima se nota cuando entrás a la casa», recalca Tita.

Elvira Carrera forma parte de «Familias de Esperanza» en Boulogne y Florida, también en la provincia. «En casa éramos familias de tránsito de niños y niñas judicializados. Empecé haciendo el curso de catequesis del Buen Pastor y quise saber mas. Terminé haciendo la formación de guía Montessori aunque no sabía bien para qué. Pensé que, al menos, me iba a servir para los nietos… Mientras, la tenía a Carolina los fines de semana, una nena de 4 años, y le transmitía lo que iba aprendiendo. En el Hogar donde pasaba la semana empezaron a notar grandes cambios y me preguntaron qué estaba haciendo. Aclaro que no estábamos autorizados a hacer terapia ni ningún otro acompañamiento más que el afectivo de la familia. Les conté de Montessori y del ambiente que estábamos armando junto con ella en casa, y la presidenta me preguntó si me animaba a probarlo dentro del Hogar. No tenían más que un cuarto de 2×2, minúsculo, donde traté de ocupar lo mejor posible esas tres paredes con materiales armados por mí. Pero ponía en el patio mesas y material y lo usaban afuera. Hoy, 10 años después, ese espacio se triplicó. Y en el 2015 el Patronato de la Infancia me vino a buscar para replicarlo, hicimos una prueba piloto y hace cinco años trabajamos ahí también con 70 chicos».

A esta altura vale la pena aventurar que el catolicismo de María Montessori, que luego se amplificó gracias a una interpretación espiritual más amplia de su obra, contribuyó a su inserción en nuestro país. El cura Rodrigo Aguilar, de la Parroquia Nuestra Señora de América, es otro de los invitados a la transmisión de celebración de la FAMM. «Me daba cuenta de que la educación tradicional hacía aguas, quería hacer un colegio pero que fuera distinto al que yo fui. Sentía que la educación católica de los últimos siglos tenía algunas contradicciones con el evangelio, cuando pretendemos enseñar libertad, dignidad, igualdad. Y por lo menos por mi experiencia y de gente conocida, eso choca con lo que realmente enseñamos. Mi hermana me habló de Montessori, y así empezamos. Hoy tenemos el ambiente Montessori listo para cuando las actividades presenciales vuelvan».

Diego Bustamante, otro de los participantes, es alma mater de la Fundación Pata Pila, que trabaja especialmente con comunidades originarias de Argentina. «Con la Fundación nos involucramos con todo lo que tiene que ver la vida de un niño, acompañando en la vida cotidiana, trabajando muy fuerte la nutrición. Pero sentía que nos faltaba algo más profundo que les permitiera desplegarse, y ahora nuestro equipo se está formando como guía Montessori para acompañar en la comunidad guaraní de Yacuy, en Salta, y en otras wichi. El valor del respeto por el niño y correrte del centro para que él vaya deplegándose solo: eso es lo más fuerte que tiene, transforma los vínculos».

El padre Hugo Arana fundó el Jardín Parroquial Stella Maris con pedagogía Montessori después de haber jurado que jamás iba a estar al frente de un colegio otra vez. Está en Bella Vista, provincia de Buenos Aires, en un barrio considerado de alta vulnerabilidad social. «Es un jardín oficial desde 2018, y eso no deja de ser un obstáculo porque hay muchas cuestiones administrativas difíciles que son nuevas para la Inspección. Nos sostenemos a través del aporte de padrinos. En principio, los padres y madres estaban contentos porque necesitaban un jardín y no les importaba qué pedagogía, así que hicimos charlas informativas. Una de las madres vino al tiempo contándome que eso era lo que quería para su hijo, porque había googleado e investigado. También nos empezó a pasar que familias de mayores recursos querían participar de nuestro Jardín, pero decidimos decir que no y limitarlo a las familias del barrio cercano. El último acto que vi lo crearon solos los chicos, y mirá que yo he estado en actos de otros jardines donde la maestra hace todo lo posible para que los chicos hagan lo que ella quería..».

Durante el encuentro virtual también se presentó la historia de la organización Identidad Vecinal en González Catán, que ya cuenta con un Nido (guardería en los términos de Montessori), dos comunidades infantiles y el primer Jardín Comunitario coordinados por guías formadas en la FAMM. De Más Humanidad, que actúa en Rincón de Milberg y Zárate, y de ACER, que trabaja dentro de un centro CONIN en San Isidro y Vicente López.

Montessori y gestión escolar estatal: el caso del municipio de Vicente López

Silvina López es la directora del Jardín Maternal Municipal No. 10 y Mónica Spagnol del Jardín Municipal No. 1, ambos en Vicente López, un partido que linda al norte de la ciudad de Buenos Aires. Lorena Tobia y Griselda Roces son guías formadas en FAMM y también están para dar su testimonio acerca de lo que significa introducir esta mirada pedagógica tan diferente en instituciones de gestión estatal. Cuenta Silvina: «Fue iniciativa del municipio acercarnos esta pedagogía. Primero tuvimos conceptos aislados que luego se fueron integrando en un trabajo profundo en la práctica cotidiana. Cuando fui por primera vez al ambiente Montessori de FAMM en el parque Austral me sentí embriagada, a nivel personal, porque cuando era niña eso estaba en mi imaginación, tener cosas a mi medida. En el 2013 hicimos la formación y en 2014 arrancamos con lo que teníamos, adecuando el espacio, que en principio era muy contrario a un ambiente montessoriano. Había resistencias, que forman parte de todo proceso de cambio, pero lo importante fue que los niños nos fueron mostrando que era un camino natural y «absorbible» para ellos. Las dificultades tenían que ver con esta cuestión formativa que tenemos los docentes de Inicial de querer tener el control sobre el grupo. No sé si describir ese inicio como placentero, pero sí fue muy grato».

Mónica recuerda que, de alguna forma, no estaba satisfecha con lo que quería cubrir en el jardín, que eso apareció cuando les propusieron ese cambio de mirada. Lorena relata que había conocido de la pedagogía a través de hijos de amigas, y que desde ahí trató de llevarlo a la sala, hasta que todo se afianzó con la formación como Auxiliar primero y Guía después. «Hacíamos doble turno para cursar a la noche en FAMM, yo además estaba embarazada. Pero estoy muy agradecida y y lo volvería a hacer. Sin duda, veo que los nenes y las nenas adquieren independencia y ganas de hacer lo que hacen». Visiblemente emocionada, Griselda cuenta que «estaba en un punto de mi carrera donde como docente no me conformaba, y aunque los jardines de VL siempre tienen algo de innovación y empuje, me quedaba empantanada, sentía que no encontraba el camino. Igual, tardé un momento en aceptarlo, hasta que mi entrenadora Cristina de León empezó a hablar del niño y me reveló el secreto de la infancia, empecé a relacionar lo que contaba con lo que veía en mis alumnos. Quiero más, me dije. Y ahora quiero difundirlo, no me lo quiero guardar a esto que sentimos es lo mejor para el niño. Los veo libres en sus decisiones y pensamientos, incluso las familias nos transmiten que eso pasa también en sus casas».

¿Cómo reaccionaron los chicos?, le pregunta Constanza a Silvina. «Entraron a su hábitat, fue absolutamente natural. Profesionalmente me costaba entender esta naturaleza de los niños hacia el orden y ciertos contenidos. Estoy viciada por otra profesión donde todo es causa, yo soy psicóloga además. Hasta que descubrí la carta que Freud le envió a Montessori, donde le decía que si todas las escuelas fueran como la suya, los psicoanalistas no tendríamos trabajo. Los adultos fuimos encontrando sentido a los límites en ese nuevo esquema, fue una gran cuestión y generaba mucha preocupación porque hay todo un desarrollo de cómo deberían ser los límites. Pero en Montessori se plasma de una manera tan sencilla que la práctica se convierte en un fluir. Sobre el Nivel Inicial hay mucha producción teórica, contenidos muy rimbombantes, y creo que en la práctica se produce un deslizamiento carente de sentido. Nos trajo mucho cuestionamiento corrernos de la cuestión del saber todo. Y con respecto a cómo lo tomó la comunidad, mucho tiene que ver cómo los adultos transmitimos esto. Por ejemplo, el Inicial es el reino del plástico, pero abordamos con las familias y docentes el tema de los materiales nobles y nadie salió horrorizado».

Mónica cuenta acerca del Club de Familias, una cooperadora que las acompaña, y subraya la importancia de que el proyecto se sostenga aunque hayan cambiado las autoridades de la Secretaría de Educación Municipal. «Veo a las nenas y los nenes llegar frágiles, a veces bebés aún, y luego voy viendo cómo se posicionan, cómo han modificado su postura desde lo corporal, desde lo social y espiritual. Su forma de relacionarse, de comunicarse con el adulto, se los ve seguros, plantados». Pueden encontrar más información sobre esta experiencia en esta nota: https://alteredu.com.ar/2020/07/27/asi-son-los-primeros-jardines-montessori-en-la-educacion-de-gestion-estatal-en-argentina/

Primeros egresados secundarios en Luján

Si bien los ambientes diseñados por María Montessori estaban especialmente pensados para la primera infancia y la niñez, existen en todo el mundo propuestas para adolescentes. Guadalupe Cuevas contó los orígenes de su Colegio María Montessori, el único en Argentina con nivel secundario. Rodeada de las guías Gisela y Julieta Evers y 11 adolescentes que contaron cómo fue su experiencia de estos años. «En el 2000 quisimos arrancar, pero no era un buen momento. Yo buscaba maestras para acompañarme, pero todo adulto que se acerca a Montessori pasa por un proceso de reinventarse, y era difícil para mí explicarles lo que había aprendido cuando me formé afuera. Pero me acerqué a FAMM y todo empezó a arrancar», cuenta Guadalupe. Su hija Ana es alumna, y rescata lo que para ella es más valioso de su escuela. «Me acostumbré no a que siempre me den algo, sino a sentir la emoción de pensar cómo yo puedo descubrir o producir algo nuevo, por mí misma. En las conferencias de los viernes me preguntan en qué estoy interesada, y así te van ayudando a descubrir qué es eso que te apasiona». Les recomiendo visitar la página del colegio, tiene hasta videos subtitulados por ellos para divulgación y recursos para madres y padres.

Adultas argentinas educadas en Montessori

Hay unos pocos adultos en Argentina que dan testimonio de lo que significa haber ido a escuelas así. Entre 1988 y 1995, Camila Breton hizo el preescolar en la Casa de Niños «Fantasyland» y toda la primaria en el «Montessori Greenfield College». Ninguno existe más, ambos pertenecían a los mismos dueños y estaban en Las Lomas de San Isidro, provincia de Buenos Aires. Le pregunté cómo había sido su experiencia en general y me contó: «Me gustó mucho, lo súper disfruté, pero me di cuenta muchos años después de que había sido una privilegiada. Tengo recuerdos muy lindos de los maestros, todos muy amorosos y cercanos; de las aulas, amplias y luminosas, sin mesas ni sillas, a las que teníamos que entrar en pantuflas. Me acuerdo de trabajar sobre unas alfombritas en el jardín, rodeada de mis amigas, de las clases de tai-chi o equitación, de los materiales de madera. Creo que fue una experiencia muy enriquecedora. Para mi ir al colegio era divertido, nunca fue una obligación». Quise saber también qué piensa que puede haberle aportado en relación a otras escuelas convencionales: «Creo que la gran diferencia fue la metodología de estudio. Todos los lunes, después de sentarnos en ronda y compartir con los otros lo que habíamos hecho el fin de semana, nos daban un plan de trabajo semanal y nosotros podíamos hacerlo cómo y cuándo quisiéramos, a nuestros tiempos. Esa posibilidad de elegir: acostarte sobre el pasto con los materiales para resolver un problema matemático, quedarte dentro del aula mirando con telescopio distintos animales para hacer los ejercicios de biología, tener la libertad de hacer mucho un día y al día siguiente estar más libre y pasar la mañana en la huerta, todo eso, creo, me dio el conocimiento y las herramientas para saber qué me gustaba, qué no y cómo quería hacerlo. Me di cuenta, por ejemplo, que a la mañana tenía más energías y me concentraba mejor, y que en cambio a la tarde prefería hacer otro tipo de actividades más corporales». Camila es periodista en www.medium.com y hace dos años se preguntaba en esta nota del diario La Nación por la indiferencia ante la lucha de las escuelas no formales por el reconocimiento legal: https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-lucha-de-los-colegios-no-formales-por-el-reconocimiento-legal-nid2117789

Sarah Grehan, artista textil de @sarayo_objetostextiles, es otra egresada adulta de esas mismas escuelas. «En ese momento, la verdad, era natural para mí, y no tenía mucho margen de comparación; me sentía bien y cómoda. De grande, y a medida que fui creciendo, pude apreciar muchas cosas como cierta libertad que teníamos, el contacto con el medio ambiente, los otros, la naturaleza, las reuniones de «hacer las paces», las prácticas de tai-chi antes de empezar las clases, el arte, etc . Ahí todos nos conocíamos y compartíamos mucho con alumnos de otros niveles», me escribe cuando le hago las mismas preguntas que a Camila. «Hoy, a mis 37 años, tengo una hija de 11, que tanto en Jardín como en Primaria fue a escuelas estatales. En principio por una cuestión económica. No poder acceder a una cuota mensual te limita mucho si querés elegir algo diferente a lo que comúnmente hay. Por otro lado, en ese momento no conocía ningún lugar con el cual me identificase. En general, lo que conocía como educación alternativa era demasiado «ortodoxo» para mí o algo que no terminaba de convencerme. La verdad es que tuvimos muy lindas experiencias, y aunque en parte me gustaría haberle dado algo más similar a lo que tuve yo, creo que lo que pudimos darle fue bueno también. Pero ahora, que empieza secundaria, sí estoy sintiendo que me gustaría que conozca ese mundo «diferente, especial». Estoy tras una beca en una escuela Waldorf».

Montessori autogestivo

Las dificultades para acceder a una formación completa de AMI desde los 0 a los 12 años no han impedido que surgieran en estos últimos años espacios gestados por familias y educadores disconformes con la escuela convencional que buscan pedagogías más activas. Formaciones alternativas, materiales hechos en casa y formas más o menos abiertas de interpretar las posibilidades de un ambiente montessoriano existen en el país. Pueden conocerlas en esta nota: https://alteredu.com.ar/2020/07/08/guia-argentina-de-alternativas-en-educacion-y-redes-de-apoyo/

Cecilia Diminich es bióloga y madre de dos. Viviendo en Buenos Aires, no encontraba propuestas educativas que le gustaran o que le fueran accesibles, y decidió mudarse a Córdoba porque le habían recomendado La Arboleda, la primera escuela Montessori con validación oficial de esa provincia. Había vivido la transformación de la propuesta con su hijo mayor en el Jardín Municipal 1 de Vicente López y quedó encantada. Investigó, se formó y hoy educa a sus hijos combinando Montessori y homeschooling. «La mirada cósmica, la presencia de la naturaleza, el orden, los materiales concretos, todo eso me pareció genial», me explicó. «Creo que apelar a esta metodología desde edades tempranas y aplicarla en casa, ayuda muchísimo a su independencia para resolver muchas situaciones cotidianas.

Le pregunté sobre las ventajas y las dificultades de sumergirse en este tipo de escolaridad y me confesó que en ambas experiencias se pueden encontrar las mismas dificultades que en una escuela tradicional. «La diferencia que rescato es que aquí podemos apelar al enfoque (la mirada cósmica, la educación para la paz, la autonomía)». Las ventajas: «el uso de los materiales concretos permite mejores aprendizajes; la resolución de conflictos sabiendo escuchar y ser escuchade; reconocer que tenemos diferencias individuales (como no tener hambre todes al mismo tiempo) y fomentar constantemente el respeto, desde el trato al orden; evitar las competencias (desde los juegos hasta las propuestas didácticas)». Cecilia es realista. «No son todas rosas. La pedagogía es una, fue planteada hace 100 años, cuando el mundo era otra cosa, y hay que tener cintura para interpretarla o aggionarla. En este proceso, las miradas individuales (guías, directivos, familias) suelen diferir».

Les dejo el video homenaje por los 150 años de nacimiento de María Montessori organizado por la FAMM, con testimonios de varias/os protagonistas:

https://www.youtube.com/watch?v=yuP73gVQ-Vc

Marcela Pelanda

Dolores Bulit

Nací en la Ciudad de Buenos Aires en 1972. Mi educación formal ocurrió en el jardín Casa de los Niños fundado por Elena Frondizi, la Escuela Normal Nacional en Lenguas Vivas “John F. Kennedy” y la Carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires. Mi educación no formal se amasó en una familia numerosa, presente, matriarcal en medio del patriarcado, de clase media profesional. Sin presiones curriculares o extracurriculares, con mucho tiempo y enorme oportunidad para el juego libre en la ciudad y en el campo. También me eduqué en mis empleos y en mis viajes, en mi pareja y con mi maternidad, con todas las personas que pasan por mi vida y a través de mi experiencia más reciente y transformadora con la gestación de Tierra Fértil, un espacio de aprendizaje basado en el juego y la autogestión con 8 años de historia.

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5 Respuetas

  1. Cecilia dice:

    Gracias Dolores

  2. Maria Jose Vaiana dice:

    Gracias Dolo, super completo!

  1. 4 de diciembre de 2020

    […] informe que preparé sobre la pedagogía Montessori en Argentina a propósito de los 150 años del nacimiento de la médica y pedagoga italiana me dejó con ganas de seguir investigando. […]

  2. 20 de septiembre de 2021

    […] Montessori en Argentina: una historia de pequeños pasos desde 1910 hasta hoy […]

  3. 13 de octubre de 2022

    […] Montessori tiene más de 100 años, en Argentina empezó a crecer hace relativamente poco (leé acá mi investigación sobre sus comienzos en el país). Por desgracia, cuando algo pasa a estar de moda, se buscan oportunidades comerciales que atrapan […]