Una de las cosas más difíciles de iniciar un proyecto de educación no convencional es encontrar personas adecuadas para trabajar. Puede ser abrumador para el postulante porque le demanda re-aprender la mirada y la práctica pedagógica, participar activamente en la gestión, crear materiales, lidiar con las expectativas al principio confusas de los padres y las madres, entre otras muchas cosas. Y delicado también para todos los miembros del proyecto porque no tienen una experiencia anterior que les permita saber con cierta seguridad qué se necesita.
Exactamente esos vientos soplaban en Tierra Fértil cuando Verónica Uranga llegó en 2012 después de una temporada en Córdoba como voluntaria en un jardín alternativo. Se quedó por tres años. Por más búsquedas intencionales y estructuradas que uno haga, la mayoría de las veces las personas llegan así, del boca en boca, del rumor, del conocido del conocido. Hoy también creo que el principal criterio de búsqueda de maestros y maestras en proyectos alternativos es el inequívoco deseo de esa persona de querer estar ahí.
Su llegada también fue fruto del debate intenso de esa comunidad de madres y padres pequeña e incipiente. Sabíamos que la mayoría de las escuelas libres y democráticas del mundo prefieren no tener maestros tradicionales porque son más propensos a traer los «vicios» de la escuela de la que se quiere despegar. Pero, a la vez, queríamos alguien que tuviera experiencia real con mayores de 6 años y conocimientos de desarrollo infantil. Nos pareció que una maestra de primaria con la urgencia de salir de la escuela tradicional era una buena opción para empezar. Tampoco teníamos referencias cercanas porque todos los proyectos similares funcionaban con niños y niñas menores de 6.
Esta entrevista a «Vero» es la segunda de la serie que les prometí sobre las maestras que pasaron por la experiencia de Tierra Fértil.
-¿Qué hacías antes de llegar a Tierra Fértil?
-Al salir del secundario empecé una carrera de Ciencias Económicas, trabajé en una empresa y, luego de dos años, me di cuenta de que no quería eso para mí. Entonces empecé el profesorado de Primaria y en simultáneo, a trabajar como auxiliar en escuelas primarias. Mi experiencia como maestra arrancó así, desde el inicio tuve la práctica acompañando la teoría. Previamente había tenido experiencias en espacios no formales, coordinado grupos de jóvenes y niños, y participando de un voluntariado en escuelas rurales del sur.
Con la entrada como docente a la escuela, fui atravesando experiencias en ámbitos públicos y privados, y si bien siempre encontré aspectos que rescatar – sobre todo a nivel humano-, sentí que el sistema educativo tenía muchas cosas por cambiar. Fue entonces cuando comencé a investigar sobre pedagogías alternativas, la primera a la que accedí fue la pedagogía Waldorf y con ella se inició un recorrido que continúa hasta el dia de hoy.
Debido a la incomodidad que tuve trabajando en el sistema tradicional de enseñanza, decidí dejar la escuela en la que estaba como docente e incié un viaje por la provincia de Córdoba, con el objetivo de conocer experiencias educativas y también proyectos de permacultura, ya que la necesidad de cambio no solo era a nivel profesional, sino también personal. Comenzaba a adentrarme en el mundo de la huerta, la alimentación consciente, el cuidado de la naturaleza. Es como un hilito por el que uno tira y comienzan a aparecer un montón de aspectos que rondan en torno al cambio de paradigma, tan necesario en nuestra sociedad.
-¿Qué te dio Córdoba en esa época?
En ese momento me encontraba en una búsqueda personal y también espiritual, de cambio profundo. Recorrí varios espacios y me quedé un buen tiempo en una escuelita en Unquillo. Ese espacio educativo me enamoró, era una casita en una loma, llena de verde y tierra, con un espacio interior cálido y bien ambientado. La escuelita había sido creada en forma conjunta por un grupo de docentes con formación waldorf y una comunidad de padres de la zona. Me invitaron a participar del espacio de niños/as y también de las reuniones organizativas con la comunidad, y allí me quede participando como voluntaria durante varios meses.
Luego decidí volver a Buenos Aires, nutrida de nuevas experiencias continué investigando sobre distintas escuelas y espacios educativos en el mundo. En ese momento me contactó una mamá de Tierra Fértil,una familia de Córdoba le había pasado mi contacto y enseguida nos reunimos para conocernos. El proyecto me interesó desde el inicio, ya que era un grupo de familias que habían sacado a sus hijos de la escuela y querían crear un espacio educativo “alternativo”. Recuerdo que hubo algunas “palabras claves” que me resonaron particularmente: crear un espacio no formal “alternativo”, educación respetuosa con los tiempos de los niños/as, un proyecto cooperativo, con juego y exploración, contacto con la naturaleza, fueron algunas de las características que me motivaron a atravesar la experiencia de formar parte del proyecto como guía desde sus inicios y durante 3 años.
-¿Qué fue lo más difícil para vos al principio?
-Me acuerdo que el primer año todo era desconocido, más improvisado. Nos propusimos crear un espacio educativo y sabíamos lo que no queríamos, pero a veces es difícil reconocer lo que sí se quiere. Creo que lo más complejo fue ese cambio en “los límites”, esa combinación entre libertad, respeto, en el que a veces se pasa al otro extremo. Me recuerda al libro de Rebeca Wild “Libertad y límites, amor y respeto”. Siento que en ese camino hay mucho por aprender y hubo momentos en los que fue complejo encontrar un punto adecuado. Hay otras características que son fundamentales y creo que pueden estar presentes en cualquier espacio en el que una se encuentre trabajando con niños/as, están relacionadas con el trato cálido y respetuoso, el diálogo sincero y en un tono adecuado, y también la mirada puesta en acompañar los procesos emocionales y sociales que atraviesan durante su infancia ya que, según mi parecer, son condicionantes para la constitución de su autoestima y sus actitudes como ciudadanos.
También recuerdo que algo que no rescato como positivo fue el hecho de que todas las actividades sean opcionales “no obligatorias”, ya que notaba que muchos niños/as no se exponían nunca a actividades que les resultaran más desafiantes o que requirieran de sostener un proceso para ver un resultado. Siento que es un aspecto a tener en cuenta y revisar, ya que considero que el gran desafío en la vida es aprender a aprender, a superar desafíos para superarse a una misma, lograr los objetivos que cada persona se propone.
-Para mí en los primeros años de Tierra Fértil lo más complejo fue la relación entre los adultos.
-Si bien nunca consideré compleja la relación entre adultos, creo que uno de los aprendizajes que más rescato de mi experiencia en Tierra Fértil es ese, el vínculo con los padres/madres. La construcción de un espacio educativo en conjunto con los padres es compleja, ya que el nivel primario, en general, viene cargado de expectativas respecto de lo que se espera que los /as niños/as aprendan, tiene marcadas diferencias con el nivel inicial. Luego de acompañar procesos de niños/as de distintas edades y en distintos contextos, se me hace evidente que no todos aprenden de la misma manera ni en los mismos tiempos, y muchas veces ocurre que estas diferencias generan ansiedades o miedos en los padres.
Rescato como un aspecto ampliamente positivo el diálogo constante con los padres respecto de los procesos de sus hijos/as en el espacio, el poder comunicar lo que ocurría de manera cotidiana permitía, en la mayoría de los casos, que se acompañara a los/as chicos/as de manera conjunta, favoreciendo el diálogo y la reflexión, y por lo tanto, efectos positivos.
También recuerdo que, al inicio, era complejo que los padres estuvieran presentes en el espacio en cualquier momento. Hay cosas que hoy en día haría completamente distintas.
-¿Por ejemplo?
-Uno de los aspectos es que considero importante que quienes delineen la esencia del proyecto y estén como guías del espacio sean personas con experiencia y formación en educación. No es lo mismo la subjetividad que puede tener un padre o madre frente a una situación del espacio, que una persona que elige formarse y trabajar con niños/as por vocación. Considero que cuenta con herramientas adecuadas y también con mayor objetividad al momento de abordar las dinámicas del espacio.
Durante el tercer año en que fui guía de Tierra Fértil, se sumó otra maestra de Primaria y sentí que fue el primer año en el que se podía consolidar el espacio. Ella trajo recursos y herramientas muy valiosas de las escuelas experimentales y podíamos trabajar muy bien de manera conjunta.
Creo que los padres y madres pueden participar del ambiente de niños/as pero en un encuadre cuidado y respetuoso con ellos/as y las dinámicas propias del espacio.
Otro aspecto que cambiaría respecto de los primeros años de Tierra fértil, es que faltaban contextos claros que permitieran atravesar distintos aprendizajes. Lo que siento que descubrí experimentando un espacio con niños/as “en libertad” es que esa palabra -“libertad”- es mucho más compleja de lo que creía. Elegir libremente es más un proceso de autoconocimiento interno, de los propios límites, miedos, condicionamientos, que nos limitan o privan al momento de poder superar barreras, atravesar aprendizajes, reconocer los verdaderos deseos e intereses. Por ejemplo, fue muy frecuente observar que, muchos niños/as, por su personalidad no se atrevían a salir de su zona de seguridad o de sus experiencias conocidas, y el hecho de poner siempre actividades optativas les facilitaba el el no exponerse a nuevas experiencias o también se retiraban frecuentemente de actividades frente a la primera “dificultad”. Éstas pocas veces son académicas o intelectuales, la mayoría de las veces son sociales, emocionales o de autoestima (creen que no pueden).
-¿Y cómo te imaginás esos encuadres? ¿Te referís a una mirada pedagógica en particular?
-No creo que haya una pedagogía en particular que sea “la receta”. De las pedagogías que recibí formación a lo largo de mis años de docente, (Waldorf, Montessori, democrática/activa, Experimental, Reggio) creo que todas me aportaron herramientas y recursos valiosos, pero lo más importante para poner en un ámbito educativo es la mirada amorosa y respetuosa sobre los procesos de los/as niños/as para acompañarlos a superarse, a conocerse, a descubrir el mundo que los rodea, ¡que es maravilloso!
No hay una pedagogía que dé todas las respuestas. Todas los recursos que me brindaron los pude aplicar luego en los contextos educativos en los que trabajé. Por ejemplo, los materiales Montessori que manipulamos en TF, luego me sirvieron en la primaria oficial en la que trabajé varios años como docente, Puerta Abierta . Observé que en el área de matemática a algunos/as niños/as les era de utilidad el material concreto porque era una herramienta para resolver operaciones. Sin embargo, otros optaban de inmediato por utilizar estrategias de descomposición o cálculos mentales, típicos del constructivismo como se enseña en las escuelas. Se trata de unir herramientas, de sumar.
De la escuela libre y democrática me parece muy valiosa la construcción que se hace para fomentar la participación democrática a través de las asambleas. Quién toma la palabra, la organización para llevarlas a cabo, el comunicar de manera clara y respetuosa, es una construcción que lleva su tiempo y es una enriquecedora herramienta social. Es maravilloso ver cómo, a través de un espacio de asamblea bien guiado y organizado, los/as niños se van animando a poner su voz expresando sus ideas y escuchando a los demás.
-La escuela ideal…
-Hoy en día me cuesta pensar en una escuela ideal, más bien me inquieta pensar en cómo lograr que la escuela sea un espacio de calidad para todos los sectores sociales y que garantice la igualdad de oportunidades. Los proyectos autogestivos pueden ser experiencias muy enriquecedoras mas pienso que es importante que esos ambientes cálidos, respetuosos, con variadas experiencias lleguen a todos los niños y hay sectores más vulnerables que no logran acceder a estos espacios. Como docente creo que es mi mayor inquietud.
Por otra parte, creo que tampoco hay una escuela ideal. Es como la vida, no hay una vida ideal. Lo importante es que toda la comunidad participante (padres, docentes, niños, equipo directivo, auxiliares) trate de hacer el mejor aporte en el ámbito del que forma parte.
La crisis social inevitablemente se traslada a la escuela y a los distintos espacios educativos, que son actores sociales fundamentales, y es importantísimo que todos los participantes, puedan aprender a revalorizar lo positivo, reformular lo necesario y trabajar con compromiso y responsabilidad desde el rol que toca ocupar a lo distintos actores. Comunicarse con respeto, aprender a ver lo bueno de las cosas, atravesar los procesos, las dificultades de manera constructiva y colaborativa.
También considero que la clave para mejorar la situación educativa (o por qué no, para acercarnos a crear esa “escuela ideal”) está en revalorizar el rol de los educadores y de la educación como herramienta social. Es claro que el sistema educativo actual está en crisis y es necesario un cambio de paradigma que indefectiblemente viene de la mano de un cambio cultural y social.
-¿Qué rescatás en tu vida de la educación libre, del aprendizaje autónomo?
-En su momento el paso por Tierra Fértil me aportó un montón de cosas. Personalmente creo que me dio mucha soltura y espontaneidad. Creo que gracias a la experiencia allí, me desenvolví de otro modo en la siguiente escuela oficial en la que trabajé. Habilitaba mucho la posibilidad de elegir distintos espacios y actividades, abría frecuentemente la posibilidad de intercambiar con otros grados. En el vínculo con los padres también noté cambios.
También rescato el contacto con la naturaleza, que pudieran salir mucho al jardín, estar afuera bajo el sol, jugando en la plaza, al aire libre, que para mí es una de las claves para la salud y el buen ánimo. Eso incluye al contacto con la huerta y el compost. Me acuerdo que una vez vino un niño con la cáscara de banana en la mano y me preguntó dónde tirarla porque no encontraba el compost, simplemente no contempló que una opción era el descartarla en el tacho de basura. Me asombré por lo maravilloso de ese hábito naturalizado que en otros lugares es necesario hacer todo un trabajo de construcción para que funcione porque no está incorporado.
-¿Qué parte no funciona para vos, qué no te hace sentir cómoda?
-Me lo replanteé bastante luego de decidir salir del proyecto. Creo que en los tres años de Tierra Fértil no llegué a experimentar un espacio educativo en el que sintiera que se lograba un nivel de equilibrio en el que se pudiera realmente vivir esa libertad con responsabilidad. Me refiero a un espacio donde se pueda disfrutar del descubrir el mundo, adentrarse en nuevos aprendizajes en un contexto respetuoso.
Creo que la riqueza está en aprender desde lo manual, lo vivencial, lo intelectual, lo espiritual también, desde las distintas “inteligencias”. Aprender a través de proyectos puede ser una herramienta apropiada, en éstos es posible relacionar distintas áreas, temáticas, quehaceres. Otra estrategia que considero valiosa, y actualmente se está difundiendo más en las escuelas “tradicionales” es el trabajo en aulas heterogéneas, también en grupos cooperativos o colaborativos. En mi experiencia, pude observar que estas estrategias permiten mayor autonomía y motivación para abordar distintas temáticas. Son recursos que requieren mucha planificación y una construcción con el grupo por la dinámica que requieren, pero he visto muy buenas respuestas y resultados.
-Después de haber pasado por escuelas tan variadas, ¿qué opinás de la evaluación?
-Creo que la evaluación más importante es la que hace el/la docente con su tarea. Aprender de la experiencia, poder re-elaborar la práctica cotidiana, buscar nuevos recursos son fundamentales para repensar las estrategias que se utilizan. Es la que permite retroalimentar el proceso realizando las mejoras que sean necesarias.
En cuanto a la evaluación sumativa, que es la que se realiza al terminar un proceso para verificar su resultado, la forma más frecuente es la evaluación escrita y no considero que sea la mejor estrategia. Ocurre que frecuentemente los/as niños priorizan la nota o se comparan con otros/as. En caso de hacer ese tipo de evaluación, que a veces pueden ser necesarias para hacer un parate o un recorte en el proceso de aprendizaje, o simplemente se hacen de ese modo por cuestiones de escaso tiempo o no conocer otras estrategias para evaluar, me parece importante hacer un acompañamiento que posibilite que esa evaluación se convierta en un recurso útil para los/as estudiantes. Aprender a revisar un trabajo realizado, tener la capacidad de reconocer lo que aún es necesario continuar reforzando o se puede mejorar, son construcciones que se hacen con acompañamiento de un adulto que fomente y valorice esas prácticas.
La autoevaluación, la evaluación grupal, las rúbricas, son estrategias muy útiles, aplicables en cualquier espacio educativo formal o no formal, que permiten volver al mirada al propio proceso, invitan a la reflexión y favorecen la toma de conciencia de lo que se va aprendiendo.
-¿Qué le dirías a una maestra que dentro del sistema educativo tradicional tiene inquietudes y dudas como las tuviste vos? ¿Qué puede hacer?
-Creo que puede buscar nuevas herramientas para aplicar en su práctica cotidiana, hay muchas ofertas y posibilidades que permiten reformular y ampliar las que da la formación docente. Es cuestión de encontrar algo que sea más afín con una misma, con la búsqueda que se tiene.
Hoy en día también le diría que me parece fundamental e impostergable que todas esas herramientas lleguen al ámbito público de educación. Hay muchas escuelas estatales que están a la deriva porque, como ya dijimos, la sociedad, y el sistema educativo y el rol docente están en crisis, desvalorizados. Es necesario que cada vez haya más gente que construya ambientes cálidos, alegres y cuidados donde se brinde educación de calidad dentro de todas las escuelas, y también, en otra esfera, para que ésto ocurre es necesaria una revalorización de esta profesión.
También pondría como prioridad la formación en educación emocional, a los chicos les pasan muchas cosas en el ámbito escolar (con sus pares, con el aprendizaje, etc.) que requieren un acompañamiento emocional. Esa es la vuelta que me parece que hay que dar. Las familias de espacios como Tierra Fértil están muy presentes y sus hijos atraviesan dificultades pero tienen contención, un entorno cercano que los acompaña. Hay muchos chicos que no, que están en contextos más vulnerables, con otras problemáticas, y es importante llevar esos recursos allí.
Que haya tantas experiencias de espacios educativos alternativos enriquece muchísimo, aunque no creo que haya una un tipo de pedagogía que «resuelva» o asegure ser el mejor espacio para la educación de un hijo/a, es importante buscar un lugar afín con la construcción que esa familia desea para la infancia de ellos.
-¿Volverías a estudiar para maestra? ¿Cambiarías algo en la formación?
-Sí, claro. Hay que cambiar bastantes aspectos. En el profesorado pasa como en la escuela, que tenés el profe «piola» que se preocupa y está actualizado, y los que se están por jubilar y se quedaron en el tiempo o no transmiten la importancia del rol para el que están formando.
De todos modos, creo que sí hay intención clara por parte del futuro docente, como diría Alcira Rivarosa (una docente y ambientóloga de la pcia. de Córdoba), es necesaria “voluntad pero también compromiso ético para…” . Para comprometerse con la tarea, buscar nutrir la formación, más allá de lo que brinda el profesorado, las herramientas que vayan siendo necesarias durante el ejercicio de la profesión.
En este sentido, una pata fundamental para una educación integral es considerar la educación ambiental o “para la sustentabilidad” como práctica cotidiana. Y que, al menos cuando hice la formación docente, no estuvo presente en la currícula. Me parece fundamental porque incluye distintas dimensiones, lo humano, social, histórico-cultural, lo espiritual, etc.
También considero que sería importante incluir, dentro de la formación, a las pedagogías “alternativas”, pero no como algo distante y sobre lo que teorizar, sino brindar sus herramientas prácticas, recursos didácticos.
Por otra parte, rescato el constructivismo como un enfoque apropiado de enseñanza, aunque veo que es complejo aplicarlo realmente dentro del aula en grupos grandes.
También me parece importante continuar fortaleciendo las dinámicas de trabajo en grupos heterogéneos y cooperativos, y el trabajo por proyecto que atraviese distintas áreas y contenidos curriculares.
-¿Qué sentís que la educación ambiental le puede transferir a la forma de trabajar de un maestro?
-Todo. Particularmente me gusta que ahora el tema ambiental se ve desde la sustentabilidad, que contempla un cambio de enfoque para salir del antropocentrismo y comenzar a vernos como parte del planeta, de la naturaleza. Incluye las dimensiones complejas que intervienen en las temáticas, la participación ciudadana, etc.
Entonces, a partir de un proyecto que contenga un eje ambiental se puede trabajar todo con los/as estudiantes. Algunas escuelas lo logran, que la sustentabilidad atraviese todo el proyecto pedagógico.
Además, creo que es algo que hay que incluir indefectiblemente en nuestra práctica docente, porque la realidad en la que vivimos lo requiere. Necesitamos tomar conciencia como sociedad de lo que ocurre a nivel ambiental en el planeta y realizar los cambios necesarios para evitar continuar tomando del mismo indiscriminadamente.
Cuando se abordan estos temas, tocan la fibra profunda, sensibilizan y motivan. ¿Qué problemáticas ambientales hay actualmente? ¿Qué ocurre en la región que vivo hoy? ¿Qué puedo hacer yo? ¿Conozco las políticas públicas para saber qué se está haciendo y qué tiene que cambiar?
-En tu trabajo ahora en el programa Escuelas Verdes.
-Es el programa de educación de la ciudad de Buenos Aires que trabaja con las escuelas abordando temáticas ambientales. Hay propuestas de actividades, formación, diseño de proyectos, concursos para los tres niveles, inicial, primaria y secundaria, y están destinadas tanto a personal de las escuelas como a los/as estudiantes.
El programa cuenta con distintas áreas de distintas temáticas: residuos, huerta, biodiversidad, eficiencia energética y energías renovables, etc.
Mi rol es el de contenidista ambiental, desarrollo las propuestas didácticas -manuales, guías de actividades, textos diversos-, sobre temas ambientales que sirven de recurso para las escuelas. Me gusta porque se convierten en herramientas prácticas para docentes, para su trabajo cotidiano.
A nivel personal es muy enriquecedor el haber hecho este cambio laboral. Aprendo mucho y también me maravilla ver los proyectos que desarrollan muchas escuelas con sus alumnos de temas ambientales involucrando distintas áreas, trabajando en red con otros profesores o niveles.
-¿Te gustaría volver a trabajar con niños/as?
-Sí, creo que voy a volver a hacerlo porque es algo que me llama, me motiva y me emociona el proceso de acompañar y educar. A nivel profesional, considero mi trabajo actual como una gran oportunidad para seguir aprendiendo y especializándome en Ed. Ambiental. También disfruto de ver “por fuera” a las escuelas, desde los acercamientos que tengo a través del programa, porque me llena de entusiasmo todo lo que se hace, aún muchas veces con poco recurso disponible. Me gustaría que las escuelas se pueblen de docentes y directivos motivados y comprometidos, y de estudiantes llenos de ganas de aprender. Hay que seguir trabajando porque así sea la educación, de calidad para todos/as los/as niños/as.
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