Cuando hablamos de Educación con mayúsculas, solemos referirnos a la formal, a la que sucede en las escuelas. Toda la maquinaria académica apunta sus recursos a ese sector: los profesorados, estudios universitarios, conferencistas, pedagogos y alumnos estudian el aprendizaje que sucede en el marco de esa institución específica que es la escuela. Muy pocos se atreven a pasar atrás de la cortina y reflexionar acerca de cómo aprendemos en los vericuetos de la educación no formal, esa que solemos disminuir con la minúscula.
Ya dije en otro post que este abordaje se parece a estudiar a los monos en su jaula en vez de observarlos en libertad en su hábitat cotidiano. Y el punto es éste: la educación no formal o informal, también conocida como aprendizaje invisible o tácito, está basada en nada menos que la voluntad humana. Es decir, las personas eligen aprender tal o cual cosa. En el aprendizaje formal, en cambio, la voluntad es la primera y más básica negación en la interrelación educativa.
La educación no formal en Argentina, a mi juicio, es maravillosa. Abundante, variada, profesional, apasionada y con llegada a todos los rincones. Recreólogos, maestros y profesores, gente de oficios, científicos, organizaciones de la sociedad civil y gubernamentales, vecinos, madres y padres, artesanos y artistas brindan talleres y espacios de lo más variados a chicos y chicas. Allí la motivación es interna porque ellos y ellas han elegido. Tampoco hay evaluación. Así, la suma de la voluntad más la liberación del juicio ajeno les permite volar sin miedo a ser ellos mismos.
La documentación sobre el aporte educativo de estas propuestas es inexistente o escasa, y no suele tomarse en serio en los ámbitos académicos de la Educación. Por lo que nos han contado maestros y maestras y grupos de alumnos de profesorados que visitan Tierra Fértil, la educación alternativa e informal suele aparecer como una materia suelta o una colección de anécdotas históricas sin vigencia ni conexión con el núcleo duro de la formación docente que reciben. Por otra parte, las personas que trabajan en el ámbito informal suelen estar escasas de tiempo o recursos para documentar los aprendizajes, lo cual baja su probabilidad de ser siquiera considerados por los formadores o los que tienen poder de decisión.
Este año, a contramano de esta tendencia, se editaron dos publicaciones que documentan el aprendizaje fuera de la escuela o en espacios de educación con reglas de juego muy diferentes. Son joyitas para quienes quieren acceder a un corpus ordenado de testimonios y experiencias en primera persona en Argentina y otros países. La Universidad de Mar del Plata lanzó en formato digital la segunda parte de su investigación «Hacia una educación por el buen vivir», mientras que Constanza Monié y Cesilia Roja están presentando su libro «Más allá de la escuela» en Argentina y Latinoamérica.
En ambos se cuentan los detalles cotidianos de la experiencia de educar y aprender fuera del aula, en familia, viajando o en el marco mayor de un movimiento social. Con diferentes objetivos y enfoques, en variados contextos.
Los invito a compartir y recomendar para que las alternativas educativas y el aprendizaje informal dejen de ser una anécdota de los claustros.
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